Liberalismo
y socialismo en Rafael María Baralt
Johan Méndez Reyes1
Introducción
En la primera mitad del siglo XIX el pensamiento filosófico
desarrollado en Venezuela asumió una forma específica de
incorporación y recepción innovadora de sus fuentes europeas,
especialmente del liberalismo, conservadurismo, socialismo utópico,
anarquismo, romanticismo e inclusive del positivismo. La obra de
Rafael María Baralt (1810-1860), se inscribe en esta tendencia, a
pesar que se evidencie su gran afinidad con el liberalismo, no fue
sólo un apasionado defensor y justificador del liberalismo político,
sino que se “aventuró a seguirlo en sus conexiones con las
doctrinas más radicales de la época, topándose en algunos momentos
con el marxismo.”2
Si bien es cierto que “Baralt, no llegó a ser marxista ni
comunista propiamente dicho, no obstante ya circulaba en 1848 el
Manifiesto Comunista de Marx y Engels, no trascendió de un
liberalismo avanzado que incursionó en debates entre el socialismo,
desde los planteamientos de Proudhon hasta los del historiador
francés Guizot”3
El acercamiento que tiene Baralt, en relación al socialismo, se
puede considerar como ligero y sutil, convirtiéndose en un analista
político –como dice Pulgar- pero con entera autonomía
intelectual, desde convicciones cristianas y arriesgando posiciones
en un medio de los más atrasados de Europa que era España.4
Para Augusto Mijares, Baralt puede ser considerado un socialista
burgués, debido a su interpretación de la historia al considerar
que “… la revolución –afirma Baralt- hecha por el estado llano
remachó las cadenas del proletariado, apreciación que separa
agresivamente las dos clases…”5
Mientras que para Ramón Díaz Sánchez, Rafael María Baralt, puede
ser considerado como un liberal progresista “o lo que es lo mismo,
hombre de izquierda…”6
El presente trabajo no pretende demostrar que Rafael María Baralt,
fue un socialista o que desarrolló una continuidad teórica con el
socialismo utópico. Por el contrario, asumimos que el pensamiento de
este intelectual venezolano se mueve dentro de la doctrina del
liberalismo y de la clase burguesa, pero que se preocupó por revisar
algunos postulados del socialismo, hasta el punto de compararlo con
los fundamentos liberales, desarrollando una interesante disputa
entre la postura socialista y la liberal. Convirtiendo en uno de los
iniciadores de este debate en Venezuela. Situar la obra de Rafael
María Baralt desde su interés de clase burguesa7,
no debe ser sinónimo de un determinismo para evaluar su obra, sino
que por el contrario, es una lógica que permite comprender los modos
y las condiciones reales de posibilidad de su pensamiento en la
historia venezolana.
En este sentido, se analizará, desde una metodología hermenéutica,
las reflexiones que este pensador venezolano desarrolla en relación
al liberalismo y al socialismo, haciendo uso de la sistematización y
la interpretación de su obra, así como de otros materiales
bibliográficos consultados, especialmente se
trabajará con su obra Programas
políticos.8
En este
texto, Baralt plantea los postulados de la democracia, liberalismo,
socialismo, entre otros temas políticos, también estudia a
pensadores de la talla de Guizot, Proudhon, Tocqueville, entre
otros autores europeos, que recogen su
preocupación por la situación política, social y cultural en la se
encontraban la sociedad americana y europea.
Liberalismo
En el pensamiento político de Rafael María Baralt, es indispensable
tomar en cuenta su concepto de democracia9
y su postura crítica a la “idolatría de la democracia”10,
en él, además de resaltar los valores de la democracia liberal,
destaca algunas experiencias negativas de tipo socialista11,
a pesar de reconocer que la democracia puede estar íntimamente
asociada al socialismo.
Las ideas del siglo XIX de la historia de Europa son tributarias de
los conceptos políticos ilustrados. Ideas inspiradora de la
revolución de independentista de las colonias americanas (1776)
primero, y la Revolución francesa (1789) después, propiciaron el
constitucionalismo liberal decimonónico, a través del cual van a
influir en todas las corrientes políticas de la época.
Estructurándose en una amplia Zona de transición entre lo que se
llamó el Antiguo Régimen y el Estado liberal; entre una sociedad
estamental y una clasita, donde la guerra y la revolución son,
simultáneamente, fenómenos vividos por los pueblos europeos y
latinoamericanos posteriormente.
En tal sentido, el planteamiento de la democracia de Rafael María
Baralt, se inserta en esta discusión contextual. Para él, la
democracia, es entendida como aquella que propone establecer como
máxima, la felicidad de todo los hombres, como derecho esencial
para la buena vida, este derecho, señala Baralt, depende, “…según
las facultades que han recibido de la naturaleza, y según también
el mérito de sus obras; de donde se deduce que la sociedad, teatro
donde el hombre busca y alcanza esa felicidad, lejos de poner
embarazos al desarrollo de sus facultades y a la adquisición de los
medios que tiene que emplear para obtenerla, debe facilitar y
promover su desenvolvimiento y aumento.”12
Por ello, la democracia es una idea natural, humana, providencial y
divina, que se desenvuelve en la historia procurando la
igualdad de condiciones y el bienestar de las clases sociales.
Baralt, claramente influenciado por el liberalismo del siglo XIX,
considera que la democracia propuesta por Montesquieu, Adam Smith,
Tocqueville, entre otros, no propone en absoluto la expropiación de
bienes, como si lo hace el comunismo y el socialismo. La democracia,
que defiende Baralt, por el contrario, es la que se fundamenta en el
respeto de la propiedad privada, en la acumulación de riqueza y en
los valores del individualismo, en tal sentido, afirma que:
La
democracia no proclama ni sostiene la expropiación de bienes. Su
principio fundamental económico es la desvinculación: y esta es una
ley en Francia, así como en otras muchas naciones civilizadas.
Respecto a la propiedad: nada más justo, porque sin ella no hay
trabajo, sin trabajo no hay producción, sin producción no hay
riqueza, ni alimentos, y sin éstos no hay sociedad.”13
Por ello, Baralt, ante esa situación se plantea, ¿Qué debe hacerse
para conservar la propiedad e impedir la injusta repartición de los
bienes que ella produce?
La
democracia indica como solución de este problema: La distribución
igual de la herencia entre los hijos o herederos, El aumento de
capital, y por consiguiente del trabajo por medio de la reforma de
impuesto, de la reforma de la administración y de la economía en el
presupuesto, La creación de un vasto sistema de concesión de
trabajo, como parte del sistema de beneficencia pública, La
asociación del capital y del trabajo, del empresario y obrero y La
unión intima del sentimiento moral, del sentimiento religioso y del
sentimiento de la libertad, por medio de la fraternidad cristiana.14
Baralt, entiende por democracia, aquella forma de gobierno que se
reduce al liberalismo, y considera que “… nuestro objeto no es
defender el socialismo, sino justificar la democracia: cosas entre sí
muy diversas, y que Guizot no ha debido confundir en un sola.”15
La democracia, según Baralt, es aquella que se debe incorporar a las
leyes históricas, por tanto, a pesar, de profesar la igualdad entre
los hombres, ésta se hace imposible por el devenir histórico de la
civilización, por ello dirá:
La
esclavitud pasa a ser servidumbre; la servidumbre se transforma,
queda convertida en gremios industriales, y nace el estado llano; los
gremios industriales desaparecen, el estado llano comienza el
laborioso trabajo de su emancipación, y el proletariado toma su
triste puesto en el mundo; el estado llano combate la nobleza de
raza, triunfa de ella y es libre; el proletariado siente remachar sus
cadenas. ¿Pretenderá acaso Guizot que, llegada a este punto, se
detenga la humanidad condenando para siempre a la clase más numerosa
de la sociedad al ilotismo en que actualmente se encuentra? Santa es
la libertad y la adoramos, pero la queremos para todos, no para
algunos.16
Sostiene Baralt, que nada tiene que ver la democracia con los excesos
cometidos por el absolutismo en su combate a muerte contra ella; por
el liberalismo ecléctico que no ha sabido comprenderla; por sus
falsos apóstoles, que la han amancillado y vendido;
por
la natural inexperiencia de sus primeros adeptos, que no ha podido ni
sabido darle dirección; por los delirios de reformadores exagerados
y violentos que, adrede o por ignorancia, confunde con ella sus
doctrinas; y finalmente, por las leyes invariables que gobiernan los
negocios humanos y según las cuales nada muere sin dolor, ni nada se
funda sin trabajo.”17
La democracia que defiende Baralt es la compatible con el variado
orden social de las diversas naciones civilizadas, que tiene como
dominador común la religión cristiana como medula centra. En este
sentido, señala:
Esa
democracia, la única verdadera, es compatible con el vario orden
social de las diversas naciones civilizadas; se llama, y es, hija del
cristianismo, proclama y afirma la libertad, el poder fuerte y
completo como garantía del uno y de la otra, fortalece todos los
intereses legítimos, protege todos los derechos, cumple todos los
deberes y es amiga de todas las clases: enemiga tan solo de la
arbitrariedad y de la tiranía.”18
En su Escritos Políticos Baralt, desarrolla las reflexiones
sobre la disputa entre el socialismo utópico y la economía política
o liberalismo. Reflexiones amplias y extensas, que en algunos
momentos, Baralt, más que dar un punto de vista claro, se convierte
en árbitro político, sin tomar públicamente una posición. A
pesar de ello, se evidencia su tendencia hacia el liberalismo.
En
efecto, este intelectual venezolano, despliega, los elementos que él
considera esenciales entre estas dos corrientes, en ese sentido,
señala que: “Dos poderes se disputan el gobierno del mundo y se
anatematizan con el furor que pudieran hacerlo dos cultos enemigos:
la economía política o la “tradición”; y el socialismo o la
“utopía”. ¿Qué es la economía política? ¿Qué es el
socialismo?”.19
La economía política es –siguiendo a Baralt- la historia natural
de las costumbres, tradiciones prácticas y rutinas más aparentes y
más universales acreditadas en la sociedad tocante a la producción
y a la distribución de la riqueza. “Bajo este concepto se
considera y llama “ciencia”, legítima en “hecho” y en
“derecho”, y declara que “lo que es” debe ser””.20
El liberalismo, siguiendo a Tocqueville21,
lo considera como la máxima expresión de lo humano, el arte de ser
libre es una búsqueda permanente de la plena felicidad, pero para
alcanzarla, reconoce que la libertad es un proceso duro, ella “nace
de ordinario en medio de las tempestades, se establece penosamente en
lo más recio de las discordancias civiles y sólo cuando ya vieja
hace patentes sus altos beneficios”.22
La libertad, para Baralt, es un derecho, al igual que la igualdad,
ella asiste al hombre de ser causa de sus propias acciones y de
dirigir su actividad de la manera más conforme a los fines de su
existencia. Baralt, la subdivide en libertad de obrar (externa), y
libertad de pensar (interna). Primera: libertad de estado, de
domicilio y de industria; segunda: libertad de creencia, de arte y de
filosofía. Mientras que la igualdad, es la participación por
derecho a todas las ventajas de la vida social, y se divide en
necesaria y condicional. Por la primera todo individuo debe poseer en
la sociedad los medios de mantener su dignidad moral y su existencia
física. Su propiedad, su seguridad, su libertad, la posición de sus
facultades y disposiciones naturales deben estar en perfecto nivel de
derecho con las de cualquier otro miembro de la sociedad. Por el
derecho condicional el individuo debe poseer en la sociedad tan solo
las ventajas adecuadas al producto de sus facultades y disposiciones,
y como la sociedad no tiene nivel para el talento, la virtud, el
saber, ni la riqueza, se sigue que las ventajas de situación y de
jerarquía, los goces, los honores, los empleos que aquellas
cualidades proporcionan, deber ser, como ellas mismas, desiguales,
porque estos bienes no se adquieren por derecho de persona, sino
título de capacidad.23
Por otra parte, Baralt, plantea la necesidad de elaborar una nueva
teoría de la libertad, donde el hombre, sea considerado, no como
fin, sino como medio de cumplir su destino, ser inteligente, “…y
de aquí parten para establecer una filiación entre el deber y el
derecho más análoga a la institución social y más en armonía con
el desenvolvimiento legítimo del individuo y de la especie.”24
Podemos sintetizar, el planteamiento liberal, de este pensador
venezolano, en los siguientes aspectos: la libertad individual
empieza donde acaba la igualdad necesaria; la libertad no es fin, no
es objeto, ni para la sociedad ni para el individuo, es un medio, una
facultad de obrar para alcanzar un fin, que es la realización de
todas las ideas y sentimientos legítimos, dentro de los límites de
una ley suprema, que es la moral; como medio o facultad, debe estar
subordinada a la igualdad necesaria que es el objeto principal de la
asociación; la legislación de un país debe ser, como la sociedad
misma, progresiva
Baralt, destaca, que con ese planteamiento, la economía política
tienda al individualismo y sus afirmaciones exclusivas; puede muy
bien ser parte, y parte muy principal y constituyente, de la ciencia,
a la cual vendrían a servir los hechos que describe y analiza como
sirven en una vasta triangulación topográfica las bases de antemano
dispuestas, las medidas de toda especie y los piquetes. Bajo este
punto de vista el progreso de la humanidad, que se efectúa
procediendo de los simple a lo compuesto, vendría a ser enteramente
conforme con la marcha de las ciencias, y los fenómenos discordantes
y aun frecuentemente subversivos que forman la base y el objeto de la
economía política, deberían ser considerados como otras tantas
hipótesis particulares sucesivamente realizadas por la humanidad en
servicio de una hipótesis superior, cuya demostración comprobada
resolvería todas las dificultadas y satisfaría las pretensiones
legítimas del socialismo, sin anular por eso las principios
económicos.25
Por ello, la economía social es una aspiración generosa a mejor
estado en lo futuro, que el conocimiento perfecto de la realidad
presente, además de reconocer, también, que los elementos de
estudio tan precioso se hallan todos en la economía política. Pocos
defensores encuentran lo presente; pero no es menos universal el
disgusto que inspiran las quimeras y las invenciones extravagantes o
atrevidas. “Así que todo el mundo reconoce ya hoy que la verdad
sólo puede hallarse en una fórmula que concibe estos dos términos:
conservación y movimiento…”26
Socialismo
Son las ideas propias de Hegel, los socialistas utópicos y de los
anarquistas las que nutren el concepto de socialismo que desarrolla
Baralt en su obra. Uno de los planteamientos que más trabajó este
autor de las tesis socialistas fue el de la igualdad, ella es
entendida no como una igualdad entre los hombres, sino igualdad entre
las clases sociales o igualdad social, con ello se evidencia la
presencia de los utópicos en este planteamiento. Además del
concepto de igualdad, otro elemento que considero, este intelectual
venezolano, característico del socialismo es el progreso –aunque
también lo es del liberalismo27-.
Baralt es un defensor a ultranza del progreso de la civilización,
considera que el progreso de la humanidad, es una marcha hacia la
conformación de lo verdaderamente humano: la civilización, pero que
esta no ha sido igual para todas las sociedades, en este sentido,
dirá “cuantos tenemos fe en la mejora y perfección del hombre,
del estado social, de la especie humana y de los gobiernos, somos
socialistas”.28
Se puede evidenciar en Rafael María Baralt, desde una perspectiva
burguesa, su preocupación por el proletariado, e inclusive por la
lucha de clase, es ese sentido dirá:
visto
de cerca el mundo actual, bajo la forma que le ha dado el gobierno
representativo, semeja un vasto campo donde un mismo pueblo se halla
dividido en dos pueblos diferentes: uno que posee todos los
instrumentos del trabajo, tierra, casas, capitales, derechos,
facultades, inteligencia, fuerza, voluntad: otro que nada posee, por
que de nada puede hacer uso a su albedrío y cuyas son, como
necesidades inseparables de su existencia, la sujeción, la fatiga,
la servidumbre, el hambre, en paz, en guerra. Este segundo pueblo
mantiene al primero; para él trabaja, y por él sufre: pero, en
descuento, por él vive gobernado de padres a hijos con el equitativo
imperio que le dan la propiedad y la herencia de las condiciones y
los títulos sociales… los dos pueblos de que acabamos de hablar
pueden ser por consiguiente clasificados de otro modo: pueblo que
hereda la ociosidad; y pueblo de quien es patrimonio el trabajo:
pueblo señor y pueblo siervo.29
Sin embrago, Baralt, siendo consecuente con su percepción liberal de
la democracia y de la sociedad, se interroga, “… la democracia
americana, hija legítima del gobierno representativo, su inmediata
consecuencia lógica, su efecto necesario, ¿es socialista o
comunista?”30
La respuesta, es negativa, a pesar de reconocer que el comunismo y
socialismo tengan buenas intenciones, considera que no representan la
democracia por excelencia.
En este sentido, cuestiona a Guizot, por pretender plantear una
estrecha relación entre socialismo y democracia, al respecto señala:
“…nuestro desacuerdo fundamental con Guizot consiste en la
pretensión que tiene de confundir adrede el socialismo con la
democracia. ¡Pretensión tanto más ridícula cuanto que Guizot es
demócrata, como es democrático el gobierno representativo cuya
historia ha trazado él mismo!”31
Mas no es cierto que los socialistas, los comunistas, ni los
montañeses funden en el principio de la democracia pura la
legitimidad de su sistema; como no es cierto que el socialismo ni la
democracia, sea una misma cosa.32
Baralt, reconoce que siempre han existido, la lucha de las ideas, de
las pasiones y de los intereses, porque hay dos tendencias igualmente
legítimas en su principio e igualmente saludables en sus efectos;
tendencias naturales, indestructibles, si bien opuestas entre sí,
que se disputan el dominio de la sociedad: una es la tendencia a la
producción de la desigualdad; otra es la tendencia a la conservación
o al restablecimiento de la igualdad de los individuos y siguiendo a
Cousin, afirma que: “…Dios, sin embrago, ha dispuesto que en esa
lucha eterna entre el bien y el mal triunfe siempre la civilización;
porque la civilización jamás será vencida”33.
Planteamiento un tanto maniqueísta34,
a la que llega Baralt, ante esta situación de explotación, miseria
y desigualdades que viven los pueblos. A esto Marx, llamó la lucha
de clases: entre burgueses y proletariados en El Manifiesto del
Partido Comunista.35
Rafael María Baralt, a pesar de reconocer que el comunismo y el
socialismo tengan algunas nociones elementales democráticas, sus
pretensiones exageradas e ideas erróneas acerca del gobierno y de la
sociedad, acerca de la política y de la economía pública; lo hacen
ser no democráticos, como no lo es la monarquía, democrática
también, porque estos sistemas políticos:
no
han ensayado la descentralización administrativa, ni la
confederación de intereses provinciales, ni un sistema electoral
fundado sobre ideas federativas de esa especie, ni el establecimiento
de cuerpos colegisladores que guarden relación con ellas, ni la
libertad ilimitada, ni la emancipación de la Iglesia, no otros
grandes y fundamentales principios que forman la esencia de la
democracia y que son hoy axiomas con que brillante experiencia de la
Unión Americana ha enriquecido la ciencia política.36
Mientras que el socialismo, siguiendo las ideas anarquistas de
Proudhon37
-a quien considera Baralt su más hábil interprete, y el único
hombre de la escuela que en más alto grado posee el espíritu y la
índole revolucionaria-, plantea que hay anomalía en la
constitución pasada y presente de la sociedad; pretende y prueba que
el orden de cosas introducido por la civilización es contradictorio
e ineficaz, y que engendra la opresión, la miseria y el crimen.
Partiendo de aquí hace esfuerzos por refundir las costumbres y las
instituciones; asegura que la economía política es una hipótesis
falsa, inventada en provecho del menor contra el mayor número de los
vivientes; y aplicando al caso el apotegma “a fructibus
cognoscetis”, acaba de demostrar la impotencia y vanidad de la
economía política con poner de manifiesto el cuadro de las
calamidades humanas, cuya responsabilidad le atribuye. El socialismo
afirma, pues, que lo que “debe ser” no existe.”38
De aquí traza una línea de demarcación, Baralt, a la par que
visible, hondamente delineada entre la una y la otra escuela. Aquélla
–la economía política- se inclina a legitimar y santificar el
egoísmo; ésta –el socialismo-, a exaltar el sentimiento de la
comunidad; los partidarios de la primera son optimistas en orden a
los hechos consumados; los de la segunda, tocante a los hechos que
deben realizarse.39
Tratando de solucionar, estas tensiones entre una escuela y otra,
Baralt incorporar un tercer sistema, que llama ciencia social, y esta
es entendida como:
la
razón, entretanto, haciendo uso del raciocinio justificado por la
experiencia, nos dice que la ciencia social es el conocimiento
especulativo y sistemático… de lo que “es” en todo su vida, en
el conjunto de sus manifestaciones sucesivas; y también que debe
abrazar el orden completo de la humanidad, no sólo en tal o cual
período de su duración… sino en todos sus principios y en la
integridad absoluta de su existencia… porque así, y no de otro
modo, podremos formar una idea de la realidad viviente y progresiva
de la ciencia.”40
En este sentido, Baralt, se pregunta: ¿Quién puede dirimir la
contienda de estos doctores rivales? Sólo esa misma ciencia social,
a la que, como juez competente, apelan ambos; pero es el mal que cada
uno de ellos cree y afirma hallarse solo y exclusivamente en posesión
de sus verdades.41
Para este intelectual venezolano, ambas teorías se calumnian y ambas
se hacen reos de infidencia a la razón, cuando por una parte los
economistas, decorando con el pomposo nombre de ciencia sus retales y
andrajos de teorías, se niegan a todo progreso ulterior; y cuando,
por otra, rechazan la tradición los socialistas, y aspiran a
reconstruir la sociedad sobre bases extravagantes o quiméricas. El
socialismo nada puede sin una crítica profunda y un desenvolvimiento
incesante de la economía política, pero ésta, a su vez, no es más
que un impertinente centón cuando se empeña en patrocinar como
ciertos y firmes todos los hechos recogidos y ordenados por Adam
Smith, por J. B. Say y por sus sucesores.42
Ante esta situación compleja, Rafael María Baralt, desde la
perspectiva de la dialéctica hegeliana43,
propone que la sociedad debe ser entendida como una marcha que lleva
consigo elementos contradictorios y cuyas teorías pudieran existir
como antagónicas, por ello, afirma:
Esta
marcha de la inteligencia es idéntica y paralela a la de la
sociedad; y así, cuando una institución social da nacimiento e
imprime desarrollo a la tendencia antisocial que se le opone,
semejante discordancia en los hechos produce una institución más
compleja en la cual encuentran sitio propio y completa satisfacción
las dos tendencias contrarias; si bien sólo en aquel grado y medida
que permite el estado de ilustración que alcanza la humanidad por el
tiempo en que la conciliación se verifica.44
Y más adelante:
Los
hechos sociales son, pues, otras tantas tesis y antítesis que buscan
la armonía de una síntesis; éste consiste, no en un término
medio, en un eclecticismo arbitrario, impalpable, imposible, sino en
un tercer principio, en una ley superior que, sin excluir los
contrarios, los ponga de acuerdo absorbiéndolos, por decirlo así, a
uno y otro en una fórmula compleja y absoluta.45
En este sentido, no hay progreso sin movimiento, y éste lleva
consigo necesariamente la dislocación de muchos objetos y la
modificación de grandes intereses sociales.
A pesar de no considerar al socialismo como un sistema democrático,
Baralt, reconoce una serie de características, que a nuestro juicio,
confirman el carácter democrático que representa el socialismo como
sistema político alternativo al liberalismo, en tal sentido,
destaca:
Las
discusiones que ciertas escuelas socialistas han suscitado en orden a
la comunidad de trabajo y de bienes, y tocante a la intervención del
Estado en el comercio y en la industria, el número mayor y casi la
totalidad de sus hombres de luces y valía admite y confiesa estar de
acuerdo en sostener como principios eternos suyos la familia, la
herencia, la libertad individual, la libertad del trabajo y la
afirmación del ser supremo. Estos principios, como axiomas sociales;
la soberanía del pueblo, el voto, o como ahora se dice, sufragio
universal, y la unidad del poder público, como axiomas políticos,
forman la base de la escuela socialista, y el punto de partida de su
sistema práctico de gobierno; por más que algunos espíritus
especulativos y controversistas hayan arrojado a la arena del público
debate las ardientes cuestiones que tan mala suerte y no pocos
sinsabores han acarreado a sus adeptos, justificando hasta cierto
punto el ostracismo que, en el sentir de muchos le coloca fuera de la
comunión del género humano.46
El socialismo es la “protesta” contra las instituciones viciadas
de elementos individualistas, burgueses, explotadora, clasista y
mercantilista. Para Baralt, los grandes reformadores de la humanidad
han sido socialistas, y señala que la misma religión cristiana, más
que ninguna otra fue utópica y socialista en su principio.
Para
Baralt, al referirse al utopismo de estos dos planteamientos –del
liberalismo y del socialismo-, señala que proviene de su naturaleza
misma “una que lo quiere todo para el individuo y por el individuo,
que puede decirse “economismo”: otra que lo quiere todo para la
sociedad y por la sociedad, y que se llama comunismo”.47
En este marco de ideas, Baralt, avanzando cada vez más por el camino
de la crítica “neutral”; afirma que el socialismo no tiene valor
sino como protesta para abolir la utopía oficial; y que, una vez
obtenida semejante abolición, conviene detenerse a fin de dejar a la
libertad el cuidado y el derecho de avanzar al paso que le señalen
sus propias leyes, el estado de la sociedad y el espíritu de los
tiempo.48
El socialismo señala que todo sistema económico tiene por
fundamento la hipótesis, ficción, utopía, o como quiera
llamársele, de la “productividad” del capital; la mitad de los
productos sociales pasa, con los nombres de “renta, arriendo,
alquiler, intereses, beneficio, agiotaje” y otros, de las manos de
los trabajadores a los capitalistas, hacendado y propietarios los
cuales, como dice J. B. Say, producen con su instrumento propio y su
resultado natural y preciso la desigualdad de condiciones y de
bienes; la división de la sociedad en dos clases enemigas: entre
quienes tienen el exceso de los productos y la servidumbre de la
clase más numerosa de la sociedad, que se constituyen en miseria.
El socialismo del siglo XIX, siguiendo a Baralt, tiene como
característica, la asociación fraternal de los particulares y la
intervención tutelar del Estado, inspirada en la esencia de lo
verdaderamente humano, su búsqueda del bien y la felicidad.
Para Rafael María Baralt, nunca será demasiado, ni aun suficiente,
cuanto se diga para protestar contra estas dos funestas tendencias de
los ánimos; el liberalismo, que adormece a la sociedad en el regazo
de un optimismo engañador cuyo término es la inmovilidad rodeada de
peligros: el socialismo, que presume hacer retrogradar la sociedad y
capitular la revolución y el espíritu humano.49
A
modo de conclusión.
El pensamiento liberal nace con un afán expansivo y desde sus
inicios, lo que se acentúa en sus expresiones actuales, intenta
imponer sus versiones y reglas de interpretación de la realidad, se
acuñan conceptos e ideas que se convierten en estereotipos dañinos
para la práctica social. Tal ocurre con el concepto de libertad,
ejes centrales del debate contemporáneo que guarda estrecha relación
con la democracia y derechos humanos.
El liberalismo, es el antecedente inmediato, del sistema capitalista,
que se basa en la propiedad privada, fomentada en la primacía del
individuo con respecto a la sociedad o colectividad y hace valer los
intereses personales, pasándoles muchas veces como benefactores de
los intereses colectivos.
La
libertad, que propone el sentido burgués, es el reconocimiento del
hombre como sujeto de derecho definido por la propiedad, la retórica
de la libertad disfraza las relaciones de dominación real que
existen en la sociedad burguesa. En nombre de la libertad se amplían
las desigualdades sociales, los ricos incrementan su riqueza, en
tanto aumenta el número de personas que viven por debajo de los
índice de la pobreza, que no tienen cubierta sus necesidades
básicas. Por ende, la libertad porta un contenido clasista y
político.
En el socialismo se aspira a que el individuo se desarrolle y que sus
intereses fundamentales armonicen con los de la sociedad. Donde el
proceso de individuación tenga sus bases en la colectividad y no en
la propiedad privada. Para nosotros, la libertad condiciona a la
justicia, a la vez la justicia condiciona la libertad, en el sentido
de que no puede haber libertad sin justicia e igualdad de
posibilidades.
El socialismo utópico, planteó la reivindicación de la igualdad
humana, la fraternidad universal, el desarrollo libre de la
individualidad, la creencia en el progreso, la idea de la
perfectibilidad de la humanidad, todo estaba, de una u otra forma, en
el pensamiento de la generación pos independentista.
El
pensamiento político de Rafael María Baralt, se inscribe en esta
discusión de vieja data, sus reflexiones representan una importante
contribución al pensamiento filosófico latinoamericano. Su obra,
sigue siendo una referencia obligatoria, para todo aquél que esté
interesado en conocer nuestro pasado y reconstruir la historia de las
ideas en Venezuela.
A pesar, de estar influenciado por los socialistas utópicos y los
anarquistas, el socialismo con el que Baralt se identificó fue el de
los cambios graduales o un socialismo reformista. Apostando a la
construcción de una sociedad más justa sin la mediación de la
fuerza o estallido social, no se mostró partidario de la lucha de
clases, aunque consideraba de vital importancia la igualdad de
derechos entre éstas, esto lo aleja del marxismo y del socialismo
científico, y lo acerca más a los liberales progresistas.
Su pensamiento no dejó de ser liberal. Desde ahí buscó dar
respuestas a los problemas que caracterizaban a las sociedades
americanas y europeas, especialmente reflexionó sobre los problemas
políticos y sociales.
Sus reflexiones sobre política, y las ideas que desarrolla entre el
liberalismo y el socialismo, lo hacen ser uno de los precursores de
estas corrientes en Venezuela, creador de una nueva interpretación
de la historia venezolana, enraizado en el acontecer de nuestra
cultura desde los intereses de la clase burguesa. Es eso lo que se
comprende de sus obras, se capta el sentido de su elaboración
teórica en el conjunto de circunstancias sociales e intelectuales
del momento en que se gestaron. Por ello, sus argumentos representan
una nueva posibilidad política para la clase que él representa y
hay que entenderlo desde el contexto histórico-político de la
época.
La obra de Rafael María Baralt, está por ser reinterpretada, pocos
estudiosos consideran su legado, hoy cuando la humanidad se debate
entre la vida y la muerte, entre la guerra y la paz, entre la
contaminación ambiental y la armonía de la naturaleza, entre el
neoliberalismo y las alternativas a ese modelo, se hace necesario
analizar los postulados políticos de nuestros más insignes
intelectuales.
1
Doctor en Ciencias Filosóficas. Profesor Agregado. Jefe de
Departamento de Filosofía Latinoamericana. Secretario Académico de
la Revista de Filosofía y del Centro Estudio Filosófico de
la Universidad del Zulia. Correo electrónico:
reymanjohh@hotmail.com.
2
MIJARES, Augusto. Las ideas políticas de Baralt. Prólogo a
Escritos Políticos de Rafael María Baralt. Obras Completa.
VII. Ediciones de la dirección de cultura. Universidad del Zulia.
p. 20.
3
PULGAR, Juvencio. Rafael María Baralt zuliano universal.
Discurso de orden pronunciado en la conmemoración e inauguración
de la estatua Rafael María Baralt en Santo Domingo-República
Dominicana abril 2001.
4
PULGAR, Juvencio. Ídem.
5
MIJARES. Ibíd. p. 14.
6
DÍAZ SÁNCHEZ, Ramón. Formación de un carácter. Oscilación y
constante cívica.
7
Siguiendo lo planteado por Marx y Engels en el Manifiesto
comunista: “La burguesía ha desempeñado un papel altamente
revolucionario en la historia… la burguesía no puede existir sin
revolucionar continuamente los instrumentos de producción, esto es,
las relaciones de producción, esto es, todas las relaciones
sociales… Cfr. MARX, Karl y ENGELS Friedrich: Manifiesto del
Partido Comunista. Alianza Editorial, Madrid, 2007, p. 45.
8
BARALT, Rafael María. Escritos políticos Obras Completas.
Tomo VI y VII. Ediciones de la dirección de cultura. Universidad
del Zulia, Maracaibo, 1968.
9
El caos se oculta hoy bajo una palabra, -siguiendo a Guizot- la
democracia. Esta es la palabra soberana, universal: todos los
partidos la invocan y quieren apropiársela cual si fuera un
talismán. Los monárquicos dicen: nuestra monarquía es
democrática, por esto se diferencia esencialmente de la antigua
monarquía y por eso conviene a la sociedad nueva. Los republicanos
dicen: la república es la democracia gobernándose por si misma, y
este gobierno es el único que está en armonía con una sociedad
democrática en sus principios, en sus sentimientos y en sus
intereses. Los socialistas, los comunistas, los montañeses quieren
que la república sea una democracia pura, absoluta; y ésta es para
ellos la condición de su legitimidad. Tal es el imperio de la
palabra “democracia” que ningún gobierno se atreve a vivir ni
cree poder vivir sino la inscribe en su bandera, y los que levantan
más alto esta bandera son los que se creen más fuertes. Idea fatal
que suscita o fomenta sin cesar la guerra en medio de nosotros: la
guerra social. Esta es la idea que debe extirpar. Cfr. BARALT, R.
Ob. Cit. p. 295. Cfr. GUIZOT. De la democracia en Francia.
Cáp. I.
10
Esta apreciación de la democracia como “idolatría”, la asimila
del planteamiento de Guizot, quien platea los excesos políticos
inscritos en ciertas escuelas socialistas.
11
Esta visión negativa del socialismo Baralt se la construye a
partir de los hechos violentos ocurridos en Europa entre 1830 y
1848, quien asociaba esas revueltas sociales con el socialismo.
12
BARALT, R. Ob. Cit. p. 268.
13
BARALT, R. Ob. Cit. p. 267
14
BARALT, R. Ob. Cit. p. 268.
15
BARALT, R. Ob. Cit. p. 268
17
BARALT, R. Ob. Cit. p. 293
18
BARALT, R. Ob. Cit. p. 294
20
BARALT, R. idem
21
Cfr. TOCQUEVILLE, A. De la democracia en América, tomo II,
p. 117.
22
BARALT, R. Ob. Cit. p. 312.
23
BARALT, R. Ob. Cit. p. 362
24
BARALT, R. Escritos políticos Obras Completas VI Ob. Cit.
p. 280
25
BARALT, R. Ob. Cit. p. 305
27
Como dirá Díaz Sánchez “… progreso, he ahí su divisa.
Progreso, palabra mágica que deslumbra a los liberales de todo el
mundo, Baralt, embriagado por esta palabra, asimila conocimientos
para intervenir en las grandes batallas de 1848 y 1849…” Cfr.
DÍAZ SÁNCHEZ, Ramón. Formación de un
carácter. Oscilación y constante cívica
28
BARALT, R. Ob. Cit. p. 308.
29
BARALT, Rafael. Escritos Políticos. Ibíd.
p. 22.
31
Véase: GUISOT. Historia de la civilización, y su curso
de historia del gobierno representativo.
32
Cfr. GUIZOT. Historia de la civilización y su Curso de
historia del gobierno representativo.
33
COUSIN. Introducción a la filosofía de la historia.
34
En el sentido de que conociendo muy bien las tesis del socialismo
utópico y del anarquismo sea muy sutil a lo hora de buscar una
posición entre la democracia liberal y la socialista. En su obra
Baralt, demuestra conocimiento del planteamiento socialista, por
ejemplo cita a Chateaubriand, quien afirma que “la sociedad tal
como se halla en el día no subsistirá, porque a medida que la
instrucción desciende a las clases inferiores, descubrirán éstas
la llaga secreta que corroe el orden social desde el principio del
mundo: llaga que produce todo el malestar y las agitaciones
populares. La enorme desigualdad de las condiciones y de los bienes
de fortuna ha podido soportarse mientras ha permanecido encubierta
por la ignorancia y por la organización facticia de la sociedad;
pero tan pronto como los hombres la noten, caerá sobre ella el
golpe que la amaga. Reconstruid, si os place, las ficciones
aristocráticas y tratad de persuadir al pobre cuando sepa leer; al
pobre con quien la prensa periódica tiene un comercio diario hasta
en los rincones más apartados y recónditos del país; procurad
persuadir a este pobre, digo, que posee las mismas luces y la misma
inteligencia que vos, que debe someterse a todas las privaciones
mientras que su vecino posee, sin trabajar, mil veces más de lo que
necesita para vivir holgadamente. Vanos esfuerzos, porque no está
en el orden de las cosas que pidáis a la muchedumbre virtudes
superiores a la naturaleza. El desarrollo material de la sociedad
acrecentará el desarrollo de los espíritus. Cuando el vapor se
perfeccione; cuando, unido al telégrafo y a los caminos de hierros,
haya hecho desaparecer las distancias, no serán las personas
únicamente las que viajen de un extremo a otro del globo con la
rapidez del relámpago, viajarán también las ideas. Cuando las
barreras fiscales y comerciales hayan sido abolidas entre los
diversos Estados, como ya lo están entre las provincias de un mismo
reino; cuando el “salario”, que no es más que la prolongación
de la “esclavitud”, se emancipe con la ayuda de la igualdad
establecida entre el productor y el consumidor; cuando los diversos
países adopten mutua y fraternalmente sus respectivas costumbres,
abandonando las viejas ideas de supremacía y de conquista teniendo
a realizar la unidad de los pueblos; cuando todo esto suceda, ¿de
que medios os valdréis para hacer retrogradar la sociedad hacia
épocas pasadas, siguiendo principios muertos?... un porvenir será,
un porvenir poderoso, libre, en toda la plenitud de la igualdad
evangélica; pero está lejos, lejos todavía, más allá de todos
los visibles horizontes, y no llegaremos a él sino por la fuerza y
la virtud de esta esperanza infatigable, incorruptible, vencedora de
la desgracia, cuyas alas crecen y se elevan de esa esperanza más
poderosa, más larga que el tiempo y que sólo el cristiano posee.
Cfr. CHATEAUBRIAND. Ensayo sobre la
literatura inglesa. Tomo II, p. 39, citado
por Baralt, Ob. Cit. p. 297
35
Cfr. MARX, Karl y ENGELS Friedrich: Manifiesto del partido
comunista, Alianza Editorial, Madrid, 2007, p. 44
36
BARALT, R. Ob. Cit. p. 302
37
Cfr. PROUDHON, P. J. Sistema
de contradicciones económicas de la filosofía de la miseria.
38
BARALT, R. Ob. Cit. p. 303
39
BARALT, R. Ob. Cit. p. 303
40
BARALT, R. Ob. Cit. p. 304
41
BARALT, R. Ob. Cit. p. 304
42
BARALT, R. idem.
43
A pesar de no citar a Hegel se evidencia claramente la influencia
del filósofo Alemán al considerar los hechos sociales como tesis,
antítesis y síntesis.
44
BARALT, R. idem
45
BARALT, R. Ob. Cit. p. 306
46
BARALT, R. Ob. Cit. p. 307
47
BARALT, R. Ob. Cit. p. 308
48
En este caso hace referencia a los planteamientos utópicos de San
Simón, Fourier, Owen y Cabet. Cfr. BARALT, R.
Ob. Cit. p. 309
49
BARALT, R. Ob. Cit. p. 323
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