Johan Méndez Reyes
Simón
Rodríguez1
(1771-1854) es uno de los pensadores venezolanos y
quizá latinoamericanos, sobre el que más se ha escrito. Fue un gran
pensador y profesó ideas de la Ilustración que lo llevaron a
planteamientos importantes para nuestra América.
Fue profundo conocedor y crítico de los orígenes y evolución de la
sociedad hispanoamericana. Fue maestro de Simón Bolívar,
influyendo, considerablemente en su formación. Todo lo que pueda
decirse de Rodríguez debe, necesariamente, incluir y tener presente
su propuesta educativa.
El planteamiento
pedagógico2
de Simón Rodríguez está vinculado a su pensamiento filosófico y
su teoría política. Educar, para él, es preparar al pueblo para
recuperar el poder, su poder. Dice Rodríguez:
Somos INDEPENDIENTE,
pero no LIBRES, dueños del suelo pero no de nosotros mismos. Las
preocupaciones políticas que nos dominan, no caducarán, como muchos
lo esperan; al contrario, persistentes al lado de las Ideas
Liberales, las harán bastardear. Otras fuerzas que las que empleamos
para emanciparnos, debemos emplearla para libertarnos… las de la
razón3.
En
el
ideario
pedagógico
de
Rodríguez,
aun
cuando
son
dos
especies
distintas
del
mismo
género
productivo,
no
se
debe
confundir
educación
con
instrucción,
al
respecto
señala:
“Instruir
no
es
educar,
ni
la
instrucción
puede
ser
un
equivalente
de
la
educación
aunque
instruyendo
se
eduque…”4
La
instrucción
trata
de
la
enseñanza
de
“luces
y
virtudes
sociales”.
El
sujeto
que
debe
recibirlas
es
el
hombre
que
vive
en
sociedad;
su
objeto
es
la
sociabilidad.
Y
el
fin
de
la
sociabilidad
–fin
último
de
la
instrucción-
es
“hacer
menos
penosa
la
vida.”5
Por ello, la misma
instrucción es un medio, uno de los medios, para lograr la
sociabilización del hombre. La instrucción particular y parcial en
la vida del hombre en sociedad, pues no da cuenta de la totalidad del
sistema: solamente de lo permitido. Siendo esto así, el contenido de
la instrucción tan sólo alcanza niveles de superficialidad en la
constitución del individuo: el nivel racional. La instrucción,
proporciona un saber general, no un saber del otro que debe ser el
fundamento del verdadero saber, por ende, la instrucción general
para Rodríguez, es ignorante. Por ello, dirá: “Grandes proyectos
de la ¡Ilustración! al lado de una absoluta ignorancia, constatarán
siempre y nunca se asociarán, juntos, hacen un Monstruo social”.6
Por
otro
lado,
para
Rodríguez,
la
educación
trata
de
la
conducta,
del
comportamiento
de
los
hombres
en
la
sociedad
republicana.
La
educación
está
referida
a
todos
los
niveles
que
constituyen
la
vida:
social,
económico,
moral,
civil
y
político.
La
educación
es,
esencialmente,
popular.
Su
objeto:
formar
un
pueblo
republicano.
Es
medio
y
fin,
a
la
vez.
Es
medio
porque,
a
través
de
ella,
se
funda
la
República;
es
fin
porque
la
República
no
termina
de
hacerse
nunca.
Vivir
en
República
equivale
a
vivir
en
un
campo
de
universalidad
sin
congelamiento;
vivir
en
República
es
vivir
en
un
movimiento
continuo
y
en
constante
transformación.7
La
educación
es
social,
nunca
individual,
por
tanto
debe
ser
pública,
esto
es:
debe
llegar
a
todos
sin
excepción
y
debe
estar
al
alcance
de
todos.
No
es
privativa
de
nadie
ni
reservada
para
algunos,
como
la
instrucción.
Alcanza,
además,
aquellos
niveles
donde
el
individualismo
–animal-
se
vuelve
social.
En
fin,
por
la
educación
social
el
pueblo
republicano
recupera
y
ejerce
su
poder.
La
fuerza
republicana
que
resulta
es
puramente
moral.8
La educación es
republicana, por definición. Por eso toca al gobierno democrático
emprender la educación del pueblo que administra y dirige. El
gobierno verdaderamente republicano educa, porque “sólo un pueblo
educado es un pueblo republicano”.9
Por eso proporciona las luces y las virtudes requeridas.
En
este
sentido,
para
Simón
Rodríguez,
la
educación
no
se
detiene
ni
se
acaba
nunca.
La
vida
en
sociedad
es
un
estar
haciéndose
a
cada
instante
continuamente.
Donde
la
vida
en
comunidad,
es
sinónimo
de
una
vida
en
República.10
Para el maestro
Rodríguez, o inventamos o
erramos, es dar paso a un modo distinto de pensar y hacer,
de sentir y actuar. Es la autenticidad y la creación, lo positivo y
el ingenio, la imaginación y el pensamiento puesto en ejercicio; es
concebir e idear para producir y construir; es mirarse y advertir lo
que se es para descubrir y estimar otra posibilidad de ser. Esta
afirmación, - o inventamos o
erramos- se constituye –dentro del ideario pedagógico
del autor- en divisa y singularidad negadora de la tradición que
obstaculiza, que limita y que inmoviliza. Es revisar y examinar las
situaciones de vida para decantar oposiciones y abrirse a un nuevo
estado-condición; es apremio e interpelación para motivar y
provocar otras potencialidades y virtualidades; es un darse cuenta
del ahora histórico para enrumbar y revelar nuevas oportunidades,
otros senderos, otros sentidos humanos sociales; es releer y
reinterpretar la institucionalidad; es seducirse en el encuentro, en
el talento, en la iniciativa, en el saber, en la inspiración, en las
ideas, en el proyecto, en el cambio, en la transformación.
El
maestro
Simón
Rodríguez
dio
mucha
importancia
a
la
identidad
de
los
pueblos
hispanoamericanos
y
a
la
búsqueda
de
su
ontología
o
razón
de
ser.
Asimismo,
se
preocupó
por
definir
la
originalidad
de
Hispanoamérica;
la
esenia
de
lo
autóctono
y
lo
vernáculo;
y
el
problema
de
la
imitación.
Habló
sobre
la
necesidad
de
buscar
su
originalidad
y
no
la
imitación
de
instituciones
de
otras
regiones
del
mundo.
Creyó
que
los
pueblos
americanos
deben
afirmar
su
identidad
y
cultura
en
su
propia
idiosincrasia,
sin
necesidad
de
imitar
a
otros.
Para,
él:
“la
imitación
cultural
es
lo
que
no
dejará
prosperar
a
las
nuevas
naciones
recién
independizadas…
la
sabiduría
de
Europa
y
la
prosperidad
de
los
Estados
Unidos
son
dos
enemigos
de
la
libertad
de
pensar
en
América.
¿Por
qué?
Por
la
fiebre
y
enfermedad
de
la
imitación”.11
Es
con
la
obra
de
Simón
Rodríguez
que
se
da
inicio
a
una
visión
cultural
de
Hispanoamérica
libre,
autentica,
autóctona
y
original
para
proyectarla
hacia
un
futuro
mejor,
con
conciencia
patriótica,
republicana
y
revolucionaria.
1
Sus
obras
completas
fueron
publicadas
en
dos
tomos
por
Colección
Dinámica
y
Siembra,
Caracas,
1975.
En
las
que
incluye
sus
siguientes
escritos
Cartas;
Críticas
de
las
providencias
del
gobierno;
Consejos
de
amigos,
dados
al
Colejio
de
Latacunga;
Defensa
de
Bolívar.
El
libertador
del
mediodía
de
América
y
sus
compañeros
de
armas
defendidos
por
un
amigo
de
la
causa
social;
Extracto
de
la
Defensa
de
Bolívar.
Extracto
sucinto
de
mi
obra
sobre
la
educación
republicana;
Luces
y
Virtudes
Sociales;
Observaciones
sobre
el
terreno
de
Vincocaya
con
respecto
a
la
empresa
de
desviar
el
curso
natural
de
sus
aguas
y
conducirlas
por
el
rio
Zumbai
al
de
Arequipa;
Reflexiones
sobre
el
estado
actual
de
la
escuela
y
el
nuevo
establecimiento
de
ella;
Sociedades
Americanas
de
1828;
Informes
presentados
a
la
Intendencia
de
la
Provincia
de
Concepción
de
Chile
por
Ambrosio
Lozier,
Simón
Rodríguez
y
Juan
José
Arteaga,
nombrados
para
reconocer
la
ciudad
de
Concepción
y
sus
cercanías
después
del
terremoto
del
20
de
febrero
de
1835.
2
Su
pensamiento
fue
claramente
influenciado
por
los
principales
filósofos
europeos
del
siglo
XVIII,
Locke,
D´Alembert,
Voltaire,
Montesquieu,
Condillac,
Hume,
D´Holbach,
Helvetius,
Rousseau,
Mably,
Condorcet,
Payne
y
Destut
de
Tracy.
3RODRÍGUEZ,
Simón.
Crítica
de
las
Provincias
del
Gobierno.
En:
Obras
Completas,
tomo
II.
Colección
Dinámica
y
Siembra,
Caracas,
1975.
p.
427.
4RODRÍGUEZ,
Simón.
Luces
y
virtudes
sociales.
En:
Obras
Completas,
tomo
II.
Colección
Dinámica
y
Siembra,
Caracas,
1975.
p.
104.
6
RODRÍGUEZ,
Simón.
Defensa
de
Bolívar.
El
libertador
del
mediodía
de
América
y
sus
compañeros
de
armas
defendidos
por
un
amigo
de
la
causa
social.
Ob.
Cit.
p.
329
7Cfr.
RODRÍGUEZ,
Simón.
Extracto
sucinto
de
mi
obra
sobre
la
educación
republicana.
En:
Obras
Completas,
tomo
II.
Colección
Dinámica
y
Siembra,
Caracas,
1975.