jueves, 30 de enero de 2014

El sionismo agarrando aunque sea fallo. José Javier León

El sionismo agarrando aunque sea fallo

José Javier León

El texto «En defensa del sionismo» (http://opinionesdegabriel.blogspot.com/2014/01/en-defensa-del-sionismo.html#comment-form) de este «profesor» es simple y llanamente propaganda sionista. Está plagado de inconsecuencias y tergiversaciones tremendas y tremendistas. Está hecho, sin duda, para provocar; y sí, provoca asco. Pero me detendré a hacer unas consideraciones porque de pronto puede resultar importante calibrar por dónde avanza el sionismo aquí, en los predios de la decadente «intelectualidad» universitaria local.
Comienza el profesor insinuando para no perder la costumbre que el antisionismo fue sembrado por Chávez, pero esto no es ni grave ni extraño, tampoco que confunda antisionismo con antisemitismo. Esto en verdad es típico de la más ramplona propaganda sionista. Él, que se esmera en pretender explicar qué es el sionismo arranca pues, con este «error» clásico. Desde aquí, expresar rechazo al sionismo es para los «intelectuales», políticos y periodistas de derecha, rechazar a los judíos, no obstante siendo el sionismo un proyecto «político» (si cabe la expresión) y el ser judío una profesión de fe, es decir, una religión –como cualquier otra, además-. De donde se deduce que se puede ser sionista y no ser judío, como de hecho se puede ser judío y no ser sionista. La judeidad no es entonces una «nacionalidad», en efecto, se puede ser judío y no responder necesariamente a una nacionalidad específica. Finalmente, «confundir» judeidad con nacionalidad «judía» no es más que un barbarismo.
Cuando se habla de pueblo católico, por ejemplo, se trata nada más y nada menos que de una metáfora, una manera simbólica de hacer referencia a un credo común que trasciende las fronteras o los territorios. No pasa así para la propaganda sionista, que confunde la adscripción a una fe (que no puede ser sino voluntaria, pues estrictamente no se nace judío o católico) con una nacionalidad, con la que en efecto, sí se nace, al menos desde que las naciones existen.
El profesor comenta líneas más abajo que la ONU afirmó que el sionismo era racista; pero esta resolución no es la más importante. Hay una anterior que el profesor no menciona y que es crucial para entender esto de lo cual intenta hablar: me refiero a la resolución 181 de la ONU de noviembre de 1947 que parte a Palestina en dos (en dos partes además, que el sionismo se encargará que no sean jamás iguales): una dispuesta a devorar a la otra como ha venido ocurriendo pese a todas las resoluciones que se lo prohíben y que Israel se pasa por el forro: el Estado judío (expresión dicho sea de paso incursa en fundamentalismo religioso) y del otro lado, Palestina.
Mas lo que menos dice el profesor es que tal partición se practicó sobre un protectorado británico –que existió desde la Primera Guerra Mundial y que el Imperio en decadencia de entonces, cedió a las nuevas realidades geopolíticas surgidas a partir de la 2da. Guerra Mundial. En otras palabras, el naciente y voraz «Estado Judío» responderá a los dictados (aunque de eso no estoy muy seguro, es decir, no sé quién responde a quién…) de la potencia que desde entonces rutilará en el cielo de las relaciones internacionales, hasta el sol declinante de hoy. Ese «Estado» sólo se explica como «cuña» británica primero, estadounidense después, entre los países de África y Asia. Ya lo dijo Golda Meyerson en el temprano 24 de agosto de 1921: «No es a los árabes a quienes los ingleses van a elegir para colonizar Palestina, sino a nosotros». Para un estudioso de este largo conflicto como el profesor de marras afirma, sobrarían las precisiones.
Intenta el profesor aclarar además el concepto de sionismo y recurre a esta especie: «El sionismo es, sencillamente, la creencia de que los judíos tienen derecho a un Estado, el Estado de Israel». Insistimos en la barbaridad de hablar de un Estado Judío, que es tan absurdo como hablar de un Estado Musulmán o un Estado Católico. Pero ya sabemos que la «confusión» genera réditos porque no es lo mismo la guerra en el terreno político que la planteada en el marco de relaciones de poder signadas por la religión. Es lo que ha hecho EEUU por ejemplo, cuando ha «confundido» y resemantizado la expresión terrorismo-musulmán.
Que un pueblo que mayoritariamente profesa una determinada religión desee poseer un territorio para expresar plenamente su cultura es un sentimiento digno, que lo digan los kurdos si no, y seguro intentará por diversas vías este objetivo; pero otra cosa es emplear la bandera de la religión como mampara de otros intereses más terrenales –y en el caso que nos ocupa geopolíticos- para ocupar un territorio con la intención expresa de desplazar a sus naturales y acusarlos de enemigos cuando se defienden ante el atropello político, social, cultural y económico.
El sionismo fue expresión neta del capitalismo en «guerra» de posiciones contra el emergente socialismo europeo, y su expresión y expansión en la ocupación territorial de Palestina pudo cumplirse tras operaciones mercantiles específicas, en especial por la compra de tierra a absentitas árabes por parte de banqueros –crema y nata mundial de grandes capitalistas unidos en su profesión de fe judía - de la firma Rothschild. Dichas operaciones pueden rastrearse desde la creación del Banco Colonial Judío en la década de los 20 que daría nacimiento al Banco Nacional de Israel.
Si antes fue respuesta al socialismo hoy es la respuesta beligerante a la laicización del Medio Oriente. Al sionismo le encantan las testas coronadas y la sharia musulmán. Le sirve a sus intereses Al Qaeda y todos los extremismos a sueldo de los intereses norteamericanos, intereses ya se sabe, energéticos fundamentalmente. El Estado Sionista odia la democracia y en especial si ocurre en países de supremacía musulmana, como cualquier signo de Estado laico en la región. Por eso apoyó la destrucción de Irak, de Libia y hoy se frota las manos ante el asedio en Siria. Por eso también, desprecia a Irán.
El profesor no alude ni de cerca nada de esto y en cambio se deshace en comentarios apologéticos sobre un Estado fruto de la imposición de banqueros e intereses geoestratégicos hartamente confesos, imposición pretendidamente política, pero bañada en sangre (…¿Pero pensándolo bien, qué Estado no nació así?
Casi vomito por cierto, cuando dice: «…los países árabes no aceptaron la partición de Palestina y la creación del Estado de Israel, e inmediatamente atacaron a la naciente nación. En esa guerra, la de 1948, hubo enormes oleadas de árabes que salieron de Israel, un evento trágico que los árabes llaman nakba. No está claro cómo ocurrió esto. En medio de las hostilidades, algunas guarniciones militares israelíes expulsaron a los árabes por vía forzosa.»
Ninguna razón salvo el botín de guerra vía protectorado y después los intereses geopolíticos, podían justificar la partición de Palestina; sin embargo, este profesor criminaliza la defensa de sus tierras por parte de los árabes, tierras además milenariamente compartidas como lo demuestra extensamente la historia y que en la propia Jerusalén, coexistieran iglesias y religiones, como sucedía por cierto en ese otro ombligo del mundo que era (es) Alejandría.
Por cierto, para poner la noción en contexto no creo que exista algo más antisemita que la noción Occidental (racista por demás y blanca para más señas) de Estado, ese producto europeo por antonomasia. Claro que el sionismo se desvive por dicha noción porque precisamente son capitales de (practicantes, profesantes de la fe o encubiertos que emplean la parafernalia y el si se quiere el estigma de) judíos europeos los que «fundaron» ese «Estado», y nada más práctico y consecuente que proteger los capitales con un Estado a la medida (y de paso, un poderoso ejército co-extensión del ejército del Imperio aliado). En eso pues, el profesor tiene razón: el sionismo quiere un Estado.
Pero que un pueblo no necesita el estatuto de Estado lo tenemos precisamente en el pueblo de Palestina que sólo ahora, demasiado recientemente, ha empezado a ganar escaños en ese reconocimiento.  
El Estado de Israel en definitiva, no es sólo artificial sino anti-histórico (en verdad es una excrecencia, una pieza de laboratorio y, si se me permite la imagen, un gólem geopolítico…), y salvo que la irracionalidad más absoluta se imponga, algún día dejará de existir y Palestina será nuevamente árabe y hondamente semita. No obstante, esa alborada está bastante lejos, sobre todo porque el sionismo ha sembrado el lugar de miles de ojivas nucleares que las Agencias Internacionales de la Energía se encargan respetuosamente de no mirar, no señalar, no mencionar jamás. Lo que ha incrementado la criminal volatilidad de la zona y, si el mundo no ha sido reducido a cenizas ha sido por la prudencia, serenidad y responsabilidad de Irán, y hoy de Rusia, que han tenido que jugar para decirlo sencillamente, con locos.  
No sé si no sea un crimen ser sionista (¿cómo calificar al cómplice de un criminal?), pero el sionismo ha cometido largos y cruentos crímenes y hoy por hoy mantiene sitiada a una heroica población en la cárcel a cielo abierto más grande del mundo, Gaza, propiamente un gueto, sin acceso al mar, bloqueada y asediada, y por si no fuera poco, no tiene escrúpulo en esgrimir ridículos argumentos como que se defiende de niños que tiran piedras (condenándolos a cadena perpetua) y de morteros de fabricación casera, además de levantar un asqueroso muro que indigna a la humanidad toda y establece controles y alcabalas humillantes, destruye cotidianamente casas y cercena todas las posibles formas de vida palestina.
Yo, sinceramente, me cuidaría de profesores que defienden algo así.

https://ensartaos.com.ve/2014/01/29/articulo/37873)