sábado, 31 de diciembre de 2011

Hacia la superación de la hegemonía del pensamiento occidental y la globalización.



Johan Méndez Reyes
Lino Morán Beltrán

Lo que se hace pasar por universalismo occidental de la Ilustración y de los derechos humanos no es otra cosa que la opinión –doxa- de “hombres blancos, muertos o viejos”, que oprimen los derechos de las distintas etnias, religiones, culturas, mientras imponen de manera absoluta su ideología y visión de mundo.    
Es innegable el hecho de que la cultura occidental –surgida a partir de la modernidad-  expresada en su religión, su política, su economía y su ciencia, ha pretendido, y casi siempre ejercido, un papel hegemónico con relación a otros saberes y culturas. Esta práctica hegemonizante se inicia con el período de colonización durante el siglo XVI[1], se consolida con el neocolonialismo de finales del  siglo XIX y se agudiza ahora con la globalización neoliberal[2].
El proceso de universalización de la cultura occidental en su fase neoliberal ha despertado innumerables brotes de resistencias liberadoras y emancipadoras que expresan, en resumen, la urgente necesidad de volver la mirada sobre culturas y saberes no occidentales que permitan a la humanidad trascender el ideal moderno de racionalidad, a fin de encontrar solución a los problemas generados por esta práctica opresora que ha puesto al borde de un abismo la vida. [3]
Es apremiante la tarea de establecer un diálogo profundo entre saberes y culturas, lo cual implica el reconocimiento del otro en su mismidad y diversidad como sujeto capaz de irrumpir con sus verbos en la comprensión de la extensa complejidad que caracteriza la realidad. Se hace necesario un nuevo saber.[4]
La racionalidad moderna occidental tiene su fundamento en la certeza de que el conocimiento científico es el único que proporciona la verdad, de que el hombre ejerce control y dominio sobre la naturaleza, todo con el fin de procurar el bienestar humano. En este sentido, el logos occidental expresado en su ciencia constituye el centro de la cultura y la civilización por antonomasia, y al hombre –por supuesto también occidental- en el amo y señor de lo existente, lo que ha servido de justificación de las políticas depredadoras de la naturaleza.  
Para Edgar Morin, la ciencia occidental, si bien es cierto que proporcionó valiosos conocimientos que ampliaron el saber humano e introdujo innovaciones importantísimas en el campo de la tecnología  haciendo posible un hombre con poder superior para transformar la naturaleza y su vida social, hoy se enfrenta a sus propios límites extremos, dado que, producto de ella es posible la desaparición física de la vida sobre el planeta. Valga solo mencionar el armamentismo nuclear, la extinción de especies, el hambre, el calentamiento atmosférico, entre otros. Situaciones que, a pesar de encontrar justificación en la pluma de los teóricos pro-occidentales que observan en estos fenómenos el curso natural de la evolución, para Morin son productos de un saber que: 
Parcela y tabica los conocimientos[5]; tiende a ignorar los contextos; le hace un black-out a las complejidades; no ve más que la unidad o la diversidad, pero no la unidad de la diversidad y la diversidad en la unidad; no ve más que lo inmediato, olvida el pasado, no ve más un futuro a corto plazo; ignora la relación recursiva pasado/presente/futuro; pierde lo esencial por lo urgente, y olvida la urgencia de lo esencial; privilegia lo cuantificable y elimina lo que el cálculo ignora (la vida, la emoción, la pasión, la desgracia, la felicidad); extiende la lógica determinista y mecanicista de la máquina artificial a la vida social; elimina lo que se escapa a una racionalidad cerrada; rechaza ambigüedades y contradicciones como errores de pensamiento; es ciega para con el sujeto individual y la conciencia, lo que atrofia el conocimiento e ignora la moral; obedece al paradigma de simplificación que impone el principio de disyunción o/y el principio de reducción para conocer, e impide de concebir los vínculos de un conocimiento con su contexto y con el conjunto del que forma parte[6]; mutila la comprensión y dificulta los diagnósticos, excluye la comprensión humana.[7]


            Se observa en esa caracterización de Morin, cómo la ciencia occidental ignora que ésta supone un espíritu cognoscente, cuyas posibilidades y límites son el cerebro humano, y cuyo soporte lógico, lingüístico, informacional procede de una cultura que invade todo durante el proceso de indagación o producción de conocimiento. Según el parecer de este autor, la ciencia moderna había logrado neutralizar este problema. El observador funge como un fotógrafo, fuera del campo donde se produce el conocimiento, lo cual mutila su espíritu. Bajo el signo de la objetividad, se aprehenden objetos que parecen autónomos en su entorno, exteriores al entendimiento, dotados de una realidad propia, y sometidos a leyes objetivamente universales. En esta visión, el objeto existe de manera positiva, sin que el observador o sujeto participe en su construcción con las estructuras de su entendimiento y las categorías de su cultura. El objeto tiene plenitud ontológica, es pues una entidad cerrada y distinta que se define aisladamente en su existencia, sus caracteres y propiedades, independientemente de su entorno. Se entiende más en la medida que más distancia se tome de él.
             Similares característica le atribuye a la ciencia occidental Carlos Delgado. Para él, el reinado de la ciencia se transformó en reinado de la ciencia experimental, su soberanía ilimitada basada en la razón con el tiempo cedió lugar a una nueva soberanía, también ilimitada, pero ahora basada en si misma. A ello contribuyeron Descartes y Leibniz en un principio pero fueron Kepler; Galileo y Newton quienes atribuyeron soberanía absoluta a la razón. Esta ciencia moderna, se fundamentó -al parecer de Delgado- en:
La independencia, hegemonía, y supremacía de la ciencia con respecto a otras formas de obtención de conocimiento; establecieron las categorías sujeto y objeto del conocimiento como entidades separadas y autónomas; concibieron la investigación como descubrimiento por el sujeto de las propiedades del mundo, ocultas como esencias, pero existentes al margen del sujeto objetivamente; el método, su existencia previa a la investigación y su escrupulosidad, fue concebido como garante de la confiabilidad de los resultados cognoscitivos; se definió la objetividad como exclusión de cualquier interferencia del sujeto en el descubrimiento y la descripción de los problemas del mundo; se estableció con claridad la doble finalidad de la producción de conocimientos científicos: alcanzar el dominio del hombre sobre la naturaleza para proveer a la humanidad de bienestar.[8]


            Sobre la base de estos ideales se fundamentó la razón científica y práctica que devino dominante desde el siglo XVII hasta el XIX, la cual extendió su influencia hegemónica durante el siglo XX hasta nuestros días. Para Delgado, el método al convertirse en el mecanismo principal para acceder al conocimiento reduce toda ciencia a la rigurosa aplicación de los pasos que este contempla. Estos postulados de la ciencia occidental han sido también ratificados por Sotolongo, quien los esboza de la siguiente manera:
La idea de la inmutabilidad y pasividad de la naturaleza. Ella es objeto de indagación; la comprensión de los átomos como partículas ultimas –ladrillos de universo- indivisibles e inmutables de las que todo está hecho; la evidencia mecánica entendida como criterio para conocer el mundo (...el cual) puede ser explicado a partir de  leyes simples, que durante tiempo bastante prolongado se identificaron con las formuladas por la física, específicamente la mecánica; la suposición de que el mundo es “dado”. La idea de que el mundo existe en forma acabada, tal como lo vemos en la naturaleza y lo conocemos en la investigación con la ayuda de nuestra sensorialidad y racionalidad.[9]  

De allí que se insista en la necesidad de luchar contra la deificación de la razón, que es sin embargo, el único instrumento fiable de conocimiento. Lo que implica asumir una postura crítica al respecto desde la racionalidad, entendida esta como el dialogo incesante, entre nuestro espíritu, que crea las estructuras lógicas, que las aplica al mundo, y que dialoga con ese mundo real. La racionalidad, afirma Morin, no tiene jamás la pretensión de englobar la totalidad de lo real dentro de un sistema lógico, pero tiene la voluntad de dialogar con aquello que lo resiste.[10]
Se busca finalmente superar críticamente la independencia, hegemonía y supremacía de la ciencia con respecto a otras formas de obtención de conocimientos; el establecimiento de las categorías sujeto y objeto del conocimiento como entidades separadas y autónomas; la concepción de la investigación como descubrimiento por el sujeto de las propiedades del mundo, –ocultas como esencias–, pero existentes al margen del sujeto, objetivamente; y la concepción del método, como garante de la confiabilidad de los resultados cognoscitivos. Todo esto supone un cambio en el mundo de nuestros conceptos, y cuestionar los conceptos maestros con los cuales pensamos y aprisionamos el mundo.[11]
Ahora bien, producto de la cultura occidental, esta manera de conocer aspira igualmente a la validez universal, negándole a otros saberes importancia y validez. Es pues una ciencia hegemónica, como hegemónico pretende ser occidente desde sus postulados culturales, económicos y políticos. Sobre esta epistemología pesa un tremendo determinismo. Nos impone –dice Morin– qué hay que conocer, cómo hay que conocerlo, lo que hay que conocer. Manda, prohíbe, traza las rutas, establece balizas, alza las alambradas de espinas y nos conduce allí donde debemos ir.[12] Todo esto impone una visión del mundo y de las cosas, dado que este conocimiento controla, de forma imperativa y prohibitiva, la lógica de los discursos, pensamientos y teorías. Además, se trata de una ciencia al servicio de los más altos intereses políticos, económicos y culturales de occidente. Es una ciencia que contribuye a que desde la infancia estemos culturalmente hipnotizados. De este modo, vemos como un complejo de determinaciones socio–culturales se concentra para imponer la evidencia, la certidumbre, la prueba de la verdad de aquello que obedece al imprinting y a la norma.[13] Es una verdad que de manera absoluta se impone, casi alucinatoria, y todo lo que la conteste deviene repugnante, indignante, innoble. Es así como, por ejemplo, saberes ancestrales de nuestros pueblos indígenas, que han servido de cimientos para resistir a los embates de la cultura occidental y para mantener relaciones armónicas con la naturaleza se califican de bárbaros, salvajes o incivilizados por no obedecer las pautas con las que se rige el conocimiento occidental moderno.
Ciertamente muchos saberes han sucumbido ante la hegemonía de la epistemología moderna, pero hoy cuando nos enfrentamos a la real posibilidad de que la vida desaparezca sobre el planeta, se plantea una valoración de los aportes que desde otras perspectivas conocedoras engendran vida y no destrucción.
Es un gran reto el que ahora se le plantea a la sociología del conocimiento. Ella no sólo debe detectar los constreñimientos sociales, culturales, históricos que inmovilizan y aprisionan el conocimiento. También debe tomar en cuenta las condiciones que la movilizan o la liberan. Es decir, debe ser capaz de desentrañar las potencialidades sociales, históricas y culturales de pueblos diversos a occidente que tienen autonomía de pensamiento y posibilidades de objetividad, de innovación y de evolución en el dominio del conocimiento, y de procurar una exigente evaluación de los postulados fundamentales desde los cuales el mismo occidente ha venido aprehendiendo la realidad. Se trata a la vez de un reconocimiento de otros saberes existentes en otras culturas y de la reformulación de la epistemología occidental.
La globalización, a todas luces, es el gran proyecto del neoliberalismo, que se difunde interesadamente en la apología del mercado capitalista, cuya praxis histórica es el dominio, sometimiento y neocolonialismo, bajo la lógica del mercado y la occidentalización, de las diversas culturas del planeta tierra. La intención de implementar un pensamiento único, homogéneo, universal y totalizante  trae como consecuencia la  muerte de la diversidad de pensamiento, cultura, religiones, manifestaciones artísticas, entre otras, que ponen en tela de juicio la vida en el planeta tierra.
Lo que necesitamos es una responsabilidad ética por un mundo global, amenazado por la estrategia de acumulación de capital llamada globalización. Hay que proteger un mundo global del ataque mortal de parte de los globalizadores, que hoy en día son los “nuevos” colonizadores. De esta responsabilidad resultan las posibles alternativas.



[1] Cfr. DUSSEL, Enrique (2007)  Política de la liberación: historia mundial y crítica. Editorial Trotta. Madrid: El yo conquisto al indio americano será el antecedente práctico-político, un siglo antes, del yo pienso -teórico-ontológico- cartesiano. Por ello, la historia empírica de la conquista del Caribe, el nacimiento del mestizo y la esclavitud del afro-americano es el origen mismo de la Modernidad en cuanto tal, de la experiencia ontológica desde donde se entiende la nueva filosofía europea. La apertura de Europa a todo el Planeta -como un globo verdadero- en expresión Carl Schmitt, se produjo por el despliegue de un  mundo colonial (durante más de un siglo decisivo, sólo latinoamericano). Por diversas razones de tipo biológico (enfermedades), estratégico  (tipos de armas, uso de naves, movimientos sobre el terreno de los cuerpos militares, comprensión de la guerra en cuanto tal, conocimiento del territorio, etc.) y cultural (comprensión libre de la estrategia militar ante comprensión exclusivamente simbólica de la acción guerrero-ritual) el europeo venció fácilmente desde un punto de vista militar a los amerindios. Este triunfo le dio al conquistador moderno uno dominación económica y política absoluta, que fue usada de manera despiadada, sin ningún tipo de humanidad, para organizar las estructuras de la dominación –hasta el presente- durante cinco siglos– del mundo colonial y postcolonial. Le permitió igualmente tener pretensión de superioridad que nunca antes había experimentado ante el mundo árabe, indostánico o chino, más desarrollado.
La aparición del Otro, como un fantasma, del indígena semidesnudo que Colon vio sobre las playas de las primeras islas tropicales del Atlántico occidental descubiertas en octubre de 1492 fue rápidamente encubierta bajo la máscara de los Otros que los europeos portaban en su imaginario. En realidad no vieron al indio: imaginaron los Otros que portaban en sus recuerdos europeos. El Otro era interpretado desde el mundo europeo; era una invención de Europa. Ese indio fue visto como la alteridad de europea, como el infiel que durante mil años había luchado contra el cristiano en el mediterráneo. Por ello fue violentamente atacado, desarmado, servilmente dominado y rápidamente diezmado...La violencia fue brutal; la civilización amerindia tuvo conciencia de haber caído en una hecatombe final –era el final de los tiempos, del Quinto Sol; era el tlatzompam azteca, el pachacuti de los incas- el paso a otra época. p. 193-194
[2] Cfr. REBELLATO, José L. (2000) “Globalización neoliberal, ética de la liberación y construcción de la esperanza” en Filosofía latinoamericana, globalización y democracia. UNIVERSUR: El proceso de globalización nos enfrenta a una contradicción fundamental: me refiero a la contradicción entre el capital y la vida. ..El modelo de desarrollo propuesto y construido desde la perspectiva neoliberal supone destrucción y exclusión de vidas humanas. así como destrucción de la naturaleza. Se trata de un modelo que se conjuga con una concepción del progreso entendido en forma lineal y acumulativa, (el cual) supone que el crecimiento en las fuerzas tecnológicas corre paralelo con el crecimiento moral de la humanidad y que la utilización de los recursos naturales no tiene límites. p.13-14.
[3] Cfr. VALDES, Gilberto (2008): Movimientos antisistémicos y gobiernos populares en América Latina: nuevos desafíos. El actual escenario en América Latina tiene como novedad la quiebra relativa del hegemonismo imperialista norteamericano, marcada con el medio siglo de permanencia y renovación de la Revolución Cubana,  el rechazo regional al ALCA, la lucha contra los TLCs y las políticas de los nuevos gobiernos populares integrantes del ALBA (Venezuela, Bolivia, Nicaragua). A ello se une el ascenso en Ecuador de Rafael Correa, las posiciones latinoamericanistas de diverso grado e incidencia geopolítica de los gobiernos integrantes del “giro a la izquierda” en el Cono Sur (Argentina, Brasil, Uruguay)[3], las movilizaciones post fraude electoral y en contra de la privatización del petróleo en México, la sublevación antidictatorial oaxaqueña y el proceso de La Otra Campaña, el avance del MST como paradigma de madurez política y social entre los movimientos sociales populares del hemisferio, el auge de las protestas colectivas en países que mantienen Acuerdos de Libre Comercio con Estados Unidos como Perú y Chile, la lucha del pueblo de Costa Rica contra el TLC, el triunfo de Fernando Lugo en Paraguay y todo el mapa de las resistencias de los excluidos, los campesinos, los indígenas, las mujeres, los afrodescendientes y trabajadores en general en la región.
[4] Delgado, Carlos (2007) Hacia un Nuevo Saber. Publicaciones Acuarios. La Habana.   
[5] Esta idea ha sido expuesta en el Discurso del Método de Descartes, (Ed. ORBIS. Barcelona. 1983. p. 59)  cuando afirma en su segundo principio lo siguiente: “Dividir cada una de las dificultades que examinara en tantas partes como fuera posible y necesarios para mejor resolverlo” lo cual conlleva potencialmente implícito el principio de separación. Desde la perspectiva de Morin el pensamiento que aísla y separa tiene que ser reemplazado por el pensamiento que distingue y une.  El pensamiento disyuntivo y reductor  debe ser reemplazado por un pensamiento complejo en el sentido original del término complexus: lo que esta tejido bien junto. Cfr. MORIN, E. (1999) La Cabeza bien puesta. Nueva visión. Buenos Aires.  
[6]  Este planteamiento fue formulado por Descartes en el tercer principio de Discurso del Método cuando sentenció: “conducir por orden mis pensamientos, comenzados por los objetos más simples y más fácil desconocer para subir poco a poco, como por grados, hasta el conocimiento de los más compuestos...” Ed. ORBIS. Barcelona. 1983. p. 60.   
[7]  MORÍN, Edgar (2006) El Método, La ética. Ediciones Cátedra, Madrid. p. 69
[8] DELGADO, Carlos. Ob. Cit.  p. 39
[9] SOTOLONGO, Pedro. (2006)  La revolución contemporánea del saber  y la complejidad social. CLACSO. Buenos Aires. p. 37
[10] MORIN, Edgar (2004) Introducción al pensamiento complejo, Editorial Gedisa, México, p. 102.
[11] MORIN, Edgar (1999) El Método, La naturaleza de la naturaleza, Ediciones Cátedra, Madrid, p. 88
[12] MORÍN, Edgar (2001) El Método, Las Ideas, Ediciones Cátedra, Madrid , p. 27
[13]  Ibídem. p. 31

Una epistemología del Sur La reinvención del conocimiento y la emancipación social Boaventura de Sousa Santos México, CLACSO y Siglo XXI, 2009


http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/osal/osal26/19sur.pdf
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Cultura VI Foro Internacional de Filosofía Enrique Dussel: Latinoamérica es laboratorio para construir filosofía más allá del capitalismo


Caracas, 28 Nov. AVN.- Las experiencias democráticas y progresistas que se han venido tejiendo en América Latina sirven de laboratorio para construir una teoría filosófica que no sólo piense en un mundo libre del capitalismo, sino que se adelante a otro tipo de civilización.
El filósofo argentino Enrique Dussel, invitado al VI Foro Internacional de Filosofía Venezuela 2011, manifestó que en América Latina "tenemos un extraordinario laboratorio político y hay que empezar a describir fundamentando".
"Debe surgir una filosofía latinoamericana que diga lo que pasa y que se lo explique al pueblo con claridad", dijo, durante su intervención en el debate realizado en el Centro de Arte Lía Bermúdez, de Maracaibo.
Señaló que esta filosofía debe ir más allá del capitalismo y de la modernidad eurocéntrica colonialista para adentrarse y establecer las bases de otra civilización, para la cual se tiene como ejemplo a los indígenas.
"Tenemos a los pueblos originarios, que habíamos descartado por considerarlos 'atrasados', pero que nos dan lecciones de vida comunitaria, de conservación de la naturaleza y de sabiduría humana. Somos discípulos de ellos", afirmó.
"Vamos a otro tipo de civilización con otra política, otra economía, otra cultura y habrá que aprender de estos pueblos, así como los milenarios pueblos del África, del mundo árabe, que nos los quieren vender como terroristas y que tiene una enorme sabiduría, los pueblos de China, de la India".
Dussel es reconocido internacionalmente por su trabajo en el campo de la Ética, la Filosofía Política y la Filosofía Latinoamericana, y en particular por ser uno de los fundadores de la Filosofía de la Liberación.
Son 31 países de cuatro continentes los que participan en la sexta edición del Foro que se realiza desde este 28 de noviembre al 5 de diciembre, de manera simultánea en todos los estados del país, bajo el lema Estado, Revolución y Construcción de Hegemonía.
El foro, que tendrá como sede la ciudad de Maracaibo, en Zulia, y culminará con una Plenaria Final y Clausura en la ciudad de Caracas, será un evento que le dará la bienvenida a la primera reunión de Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), a realizarse en Caracas los días 2 y 3 de diciembre.
AVN 28/11/2011 23:24
publicado tambien: //www.avn.info.ve/contenido/enrique-dussel-latinoamérica-es-laboratorio-para-construir-filosofía-más-allá-del-capitali 

La filosofía en América Latina

LA FILOSOFIA

en América Latina


PABLO Guadarrama González, filósofo cubano
El filósofo cubano Pablo Guadarrama González (58, autor de numerosos libros y ensayos, doctor en ciencias sociales, miembro de la Academia de Ciencias de Cuba y director de la cátedra de Pensamiento Latinoamericano de la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas, Santa Clara), estuvo en nuestro país, dictó una conferencia en la Universidad de Chile y realizó diversas actividades de intercambio.
PF conversó con Pablo Guadarrama sobre filosofía y socialismo en América Latina, temas que él trata en sus libros y conferencias.
¿Existe una filosofía latinoamericana?
“Tal vez, como dice Wittgenstein, las palabras muchas veces se constituyen en cárceles que nos aprisionan. Soy contrario a la utilización abusiva de gentilicios y patronímicos. No tiene sentido hablar de una filosofía cubana o chilena. Se habla de una filosofía alemana o de una francesa y me pregunto qué hubiera sido de Kant sin los empiristas ingleses o de Hegel sin los pensadores franceses y los filósofos griegos. Por eso prefiero hablar de filosofía en América Latina o en Cuba. ¿Por qué razón se habla de filosofía marxista si el propio Marx dijo que no era marxista? No quería identificarse con algunas afirmaciones de sus seguidores que le parecían excesivas, como afirmar que su concepción de la historia europea era válida para toda la historia universal. Cuando descubrí que el marxismo-leninismo había sido inventado en la época de Stalin para facilitar el agregado de “stalinismo” después de otro guión, y cuando años más tarde los senderistas en Perú me dijeron que la única filosofía científica era el marxismo-leninismo-stalinismo-maoísmo-presidente Gonzalo, ya no pude soportar el abuso de patronímicos.
La cultura latinoamericana está articulada a la cultura occidental y a su filosofía. Somos parte de ese universo. Lo que hay que advertir es que no somos ‘hijos de’, somos ‘coautores’ o ‘copartícipes’, algo que no siempre se reconoce”.
PENSAMIENTO
LATINOAMERICANO
¿Entonces, a su juicio, en América Latina se ha producido una filosofía con rasgos propios?
“En nuestra América ha habido producción filosófica significativa. Nuestros pensadores han asimilado estructuras de pensamiento no sólo de Europa, también de Asia y otras culturas.
Nuestros pensadores han sido, ante todo, reflexivos de las circunstancias que han vivido. Han utilizado los instrumentos propios de la filosofía para tratar de transformar esas circunstancias. No fueron pensadores de gabinete. En el mundo latinoamericano, es claro que nuestros escolásticos hicieron una seria reflexión antropológica porque necesitaron determinar la condición humana de los aborígenes, que era un problema práctico de gran envergadura. También fue obligatorio que hubiera reflexiones en torno a la naturaleza. El ‘nuevo mundo’ era terreno de utopías, donde todo parecía posible. Por eso insisto en que hay que reivindicar el tema de la filosofía en América Latina, porque ha existido una producción filosófica de consideración y porque nuestros más grandes filósofos han articulado sus reflexiones teóricas a las circunstancias en que les tocó vivir para incidir de alguna manera en ellas”.
Además porque los filósofos latinoamericanos combinan pensamiento y práctica
“Exacto; ni Andrés Bello ni el padre Las Casas ni el propio Martí, asumieron el papel de filósofos. Fueron escritores, políticos, juristas que no se preocuparon de construir sistemas filosóficos. La mayoría fueron iconoclastas, trataron de romper con el escolasticismo, el positivismo, el krausismo y hasta con el marxismo. No fueron, sin embargo, eclécticos en el sentido del empirismo filosófico del siglo XVIII, es decir trataron de elegir las tesis más valiosas, incluso algunas que provenían de concepciones antagónicas, para crear algo nuevo en correspondencia con las necesidades de la época.
Soy un defensor de la autenticidad de la producción filosófica latinoamericana más que de su originalidad. Lo que importa es en qué medida ese pensamiento es útil y se corresponde con las exigencias de la época. El pensamiento es auténtico en la medida que se corresponde con las demandas sociales y en la medida que trasciende y tiene seguidores. Así encuentra formas de realización para transformar el mundo.
El filósofo es la ‘conciencia crítica’ de la sociedad, que es siempre histórica. La filosofía debe hacer el cuestionamiento crítico de la sociedad y de las ideologías, incluso de la propia”.
SOCIALISMO PARA EL SIGLO XXI
Pasemos ahora al socialismo en nuestro continente, ante el cual parece abrirse una nueva etapa que sería el socialismo del siglo XXI.
“A mi juicio, cuando hablamos de socialismo debemos verlo como una ideología política que surge en la modernidad. Es una de las respuestas a esa modernidad. Sin embargo, el socialismo subsume una vieja aspiración de la humanidad, que es vivir en una sociedad más justa, más fraternal, más armoniosa.
En Latinoamérica hay pensadores que anticipan ideas socialistas como Esteban Echeverría con su Dogma Socialista en 1842, El evangelio americano de Francisco Bilbao o las tesis de Simón Rodríguez, el maestro de Bolívar, y otros como Francisco José de Caldas que habla del ‘proletariado’ y ‘las necesidades del proletariado’. Pero no se trata sólo de pensadores: hay grandes movimientos sociales que ligan a reivindicaciones de los pueblos aborígenes como las de Túpac Amaru y de Túpac Katari, la necesidad de una propiedad social y de una distribución justa. Hay incluso una serie de movimientos mesiánicos que relacionan elementos cristianos con ideas socialistas y comunistas, lo que indica que no fue una aberración de Bruno Bauer buscar orígenes comunes al cristianismo y al socialismo en un planteamiento que después exploró Engels.
Es evidente que en América hubo una acumulativa efervescencia ideológica y una práxis política que favorecieron la difusión de ideas socialistas y que posibilitaron que a fines del siglo XIX y comienzos del XX haya habido hombres como Luis Emilio Recabarren en Chile, Julio Antonio Mella en Cuba o José Carlos Mariátegui en Perú, que acogieron una concepción científica como la de Marx en cuanto al análisis del capitalismo, pero -siempre- tomándola con cuidado porque pensaban que en nuestro continente el socialismo tendría que ser distinto al de Europa.
Es lamentable que algunas interpretaciones del marxismo se hayan convertido en reproducciones miméticas de la experiencia soviética. Claro que hoy es fácil criticar pero es normal que pase eso después de grandes revoluciones. ¿Cuántos no quisieron imitar a la revolución francesa o el proceso de Independencia de las colonias norteamericanas? Es lógico que los revolucionarios se inspiraran en la revolución bolchevique como más tarde lo hicieron en la revolución cubana.
Al analizar las experiencias del siglo XX, creo que podemos concluir que el socialismo no puede ser simplemente el producto de la voluntad de una élite que se imponga a la masa ni el producto de un conflicto bélico que permita imponer cambios de fondo de manera autoritaria.
De manera que el socialismo del siglo XXI -todo así lo indica- tendrá que ser un experimento de construcción de una sociedad nueva, más humana, digna y justa en que estén resueltos los problemas fundamentales del hombre de manera que pueda aspirar al desarrollo pleno de su personalidad. Hay cosas que olvidamos en las experiencias anteriores y atribuimos a la burguesía conquistas de la Modernidad como los derechos humanos, los derechos civiles, el desarrollo de la individualidad, que no son propiamente conquistas de la burguesía, sino conquistas de la humanidad a través de luchas en las que han participado la clase obrera y otros sectores sociales. ¿Y eso qué significa? Que este socialismo que está empezando a germinar, no podrá ser una ruptura radical con el pasado y tendrá necesariamente que tomar mucho de sus experiencias evaluadas con mirada crítica y enfocadas siempre al futuro”.
SOCIALISMO NO ES
IGUAL A ESTATISMO
¿Un socialismo que no pierde su esencia en cuanto a la socialización de los medios de producción fundamentales, el manejo del Estado y el poder, incluyendo el control social de los medios de comunicación?
“Creo que ese socialismo deberá asumir reflexivamente en el plano teórico y técnico-político que el control fundamental de los medios de producción debe ser social, lo que no es sinónimo de estatal, e implica diversas formas de propiedad. Y debe alcanzar a los medios de producción material y simbólica.
Debido a la forma en que triunfaron las revoluciones y los regímenes socialistas, y a las agresiones y bloqueos que debieron sufrir, han tenido una alta inflexión militar. Se heredaron formas de conducción de ‘ordeno y mando’, de autoritarismo que no se pueden mantener indefinidamente. Los pueblos pueden aceptarlas por un determinado período, pero no para siempre. Los medios de comunicación en el socialismo deben estar al servicio de la sociedad, pero eso no quiere decir que sean una voz única manejada desde arriba, como era en la URSS. Tengo claro que no hay que olvidar que Lenin decía que la revolución que no es capaz de defenderse está condenada al fracaso y estoy convencido que la burguesía defiende la democracia hasta que sus intereses centrales quedan en peligro. En ese momento, desconoce la democracia y recurre a la fuerza militar.
Entramos a una época en que el péndulo vuelve hacia la Izquierda. Como dijo Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía, el neoliberalismo es tan falaz como hipócrita, porque EE.UU. y sus aliados imponen la apertura de fronteras pero no abren las propias ni dejan de subsidiar a los sectores débiles de sus economías.
Hay un grafitti que se ve mucho en Moscú. Dice ‘ahora sabemos que todo lo que se nos decía del socialismo no era real y lo que se nos decía del capitalismo sí era real’.
El presidente Hugo Chávez insiste mucho en que cada experiencia de socialismo es distinta, no hay modelos ni recetas universales. Cada realidad es diferente y esto hay que tenerlo siempre en cuenta.
Otra cosa: parece evidente que si el socialismo pretende mantener los sistemas de consumo típicos de los países capitalistas desarrollados, no será posible debido a las restricciones que imponen los recursos naturales, el medio ambiente y el monto de las inversiones que serían necesarias. En todo caso, se necesitará tiempo para alcanzar una racionalidad global de la utilización de los recursos al servicio del hombre. Igualmente, hay que entender que el tema del medio ambiente tiene gravedad real. El socialismo necesariamente tiene que ser ecológico. Si no lo es, vamos a una catástrofe.
Las formas de propiedad son un tema crucial. No debe confundirse el socialismo con el estatismo. No tiene sentido, por ejemplo, que hasta el gásfiter que arregla las cañerías tenga que ser empleado del Estado.
El socialismo demostró ser más justo y más humano que el capitalismo, pero también resultó menos eficiente en muchos sectores productivos, de transportes, distribución y servicios. El socialismo también debe ser eficiente, y las personas deben tener estímulos para que se sientan realizadas y desarrollen su creatividad. Pienso que en el futuro de la humanidad no deben estar ni el socialismo real y menos el capitalismo real. Pienso en una sociedad en la que se incorporan elementos de las sociedades avanzadas y del propio capitalismo. En las cuales hay una estructura de gobierno que favorezca a las mayorías, en especial a los sectores populares, teniendo como objetivo el socialismo. En las cuales hay control social y control político ejercido por el pueblo que respalda a su gobierno”
HERNAN SOTO
(Publicado en “Punto Final” Nº 644, 27 de julio, 2007)

¿Qué Filosofía enseñamos? Conversando con Franz Hinkelammert

 ¿Qué Filosofía enseñamos? Conversando con Franz Hinkelammert
  Georgina Alfonso González



Una hora es poco tiempo para conversar con Franz , pero si la oportunidad está, un segundo es suficiente para disfrutar su experiencia de vida, sabiduría intelectual y altura humana, en todo el sentido de la palabra. El 12 de noviembre, en el marco de las actividades del III Foro de Filosofía de Venezuela, se organizó un encuentro entre los profesores de la Escuela de Filosofía de la Universidad de Zulia y Franz Hinkelammert . A este encuentro fueron también invitados tres investigadores del Grupo “América Latina: Filosofía Social y Axiología (GALFISA) del Instituto de Filosofía de Cuba que se encontraban trabajando con la Escuela de Filosofía.
Lino Moran, Director de la Escuela , dio una afectuosa bienvenida y agradeció al invitado haber aceptado el encuentro que, según sus propias palabras, “era un viejo anhelo de profesores y alumnos, estudiosos de la obra de este destacado pensador que se ha comprometido en ideas y acciones con la emancipación latinoamericana”. Explicó, la tradición que tiene la Escuela de Filosofía en los estudios sobre Pensamiento Latinoamericano y el importante papel jugado por profesores, ya jubilados, entre quienes destacan Carmen Bohórquez, Víctor Martín y Álvaro Márquez, para despertar el interés por la Filosofía que se ha hecho en América Latina en sus alumnos, actuales profesores de la Escuela.
“Hoy, comenta Lino Moran, hay en la Escuela un debate sobre este tema a partir de la conformación de un nuevo Programa Curricular. El debate plantea, mantener un programa clásico de Filosofía, haciendo el recorrido tradicional por la historia del pensamiento filosófico occidental o insertar un programa de filosofía latinoamericana donde, sin excluir los nexos con la filosofía occidental, se profundice en nuestra historia y cultura. En este sentido nos gustaría oír la opinión de Franz Hinkelammert y compartir algunos criterios al respecto.”
Primero, la sonrisa que provoca la pregunta reflexiva, luego, se acomoda en el asiento y comienza a hablar despacio. “La filosofía latinoamericana es pensamiento crítico y esa característica esencial la distingue de otras formas de hacer filosofía. No solo discute el cambio, sino que lo tiene que hacer y eso la enfrenta al conservadurismo filosófico al cual no le interesa para nada hacer crítica social.”
?iquest;Para qué nos sirve la Filosofía ?, lanza la pregunta y continua la reflexión.
“El punto de vista de la filosofía latinoamericana es la historia de los pueblos, su cultura, la vida de la gente y su transformación. La esencia del filosofar latinoamericano es la vida necesaria de los pueblos, pueblos que necesitan vivir. Hay que integrar al pensamiento latinoamericano y europeo. Es la experiencia de mi vida. Desde América Latina el mundo se ve diferente y se ve mejor.
La filosofía crítica, que es la que predomina en América Latina, es un compromiso de vida, es una ética y un sentido político para la transformación social. Si se toma el punto de vista de América Latina se ve el mundo más realista que si se parte de la filosofía europea. En América Latina, el pensador está todo el tiempo confrontando sus ideas con lo que ve y la crítica filosófica sin compromiso político de la acción es pensamiento enajenado. Hay que tener conciencia de la Filosofía desde el Tercer Mundo.”
Un joven profesor lo interrumpe y le objeta que no toda la filosofía latinoamericana es pensamiento crítico. Franz coincide y acota: “El pensamiento crítico no es una escuela, hay que ver desde dónde se piensa y en este sentido no basta decir que es pensamiento latinoamericano. El problema es definir desde dónde estamos haciendo este pensamiento crítico, cómo darle sentido y contenido al filosofar.”
Desde su experiencia, una profesora comenta cómo a veces un pensamiento que ha sido crítico y creador asume posiciones dogmáticas y reproduce esquemas que no se adecuan a las realidades de nuestros países. ?iquest;Cuál es la garantía para que el pensamiento crítico no deje de serlo?, preguntó.
“Volvemos a los sentidos y contenidos del filosofar, señala Franz , la idea es “yo soy si tu eres”, lo que significa reconocerse como sujeto en relación a otros sujetos. Entonces, la esencia ética es la solidaridad, autorreafirmación desde la reafirmación del otro. Es superar la lógica de la competencia, “yo soy si te derroto”. La solidaridad es una opción humana.
El pensamiento dominante habla de libertad y no construyen un punto de vista crítico desde sujetos que se autodefinen en su ser. Es una crítica desde la posición de “somos un nosotros”. El pensamiento crítico está bajo el peligro del “termidor”, de ser transformado en su contrario. El poder puede y tiende a transformar el humanismo en antihumanismo . El poder se autodestruye sino hay enfrentamientos al poder.
Somos sujetos enfrentados al poder. En todas partes está la reacción como seres humanos. Es esta la concientización de la que hablaba Pablo Freire”.
?iquest;Qué representa, para Franz Hinkelammert , América Latina?, ?iquest;Ha pensado regresar a Europa? lanzan las preguntas cuando ya apuraban para terminar pues no se podía llegar tarde al aeropuerto.
América Latina es un sueño de mi juventud. Leí un texto de pequeño sobre Simón Bolívar y me fascinó. A partir de ahí, siempre quise venir a América del Sur. Cuando por fin pude venir, me fascinó más y cargo siempre con el anhelo de ayudar a transformar a América Latina. No he pensado regresar a Europa, me gusta viajar al viejo continente, tengo allí parte de mi familia, pero siempre viajo con la condición de tener el boleto de regreso.
Gracias Franz , por venir a Venezuela y especialmente, por estar con nosotros en la Escuela de Filosofía de Zulia, lo despide cariñosamente el profesor Lino Moran y reafirma: “Usted ha aportado mucho al pensamiento crítico latinoamericano, sus ideas nutren hoy las fuerzas emancipatorias de este continente y es un privilegio para los profesores haber compartido esta mañana con Usted y seguro que tendremos otra oportunidad.”
Fecha de publicación: 15 de Enero de 2008
Revista Cubana de Filosofía. Edición Digital
No. 21. Noviembre - Mayo 2012. ISSN: 1817-0137
tambien: http://revista.filosofia.cu/filosofando.php?id=507

De la teoria de la complejidad a la ética ecológica. Lino Moran Beltrán y Johan Méndez Reyes

http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/pdf/280/28016297012.pdf

viernes, 30 de diciembre de 2011

XIII Simposio Internacional sobre Pensamiento Latinoamericano

-Universidad Central "Marta Abreu" de Las Villas. http://www.uclv.edu.cu
-Participe en Universidad 2012, del 13 al 17 de febrero de 2012. Habana.Cuba. http://www.congresouniversidad.cu
-Consulte la enciclopedia colaborativa cubana. http://www.ecured.cu/



XIII Simposio Internacional sobre Pensamiento Latinoamericano


26 y 27de junio de 2012

Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas, Santa Clara, CUBA

Organizado por el Departamento de Filosofía de la Facultad de Ciencias Sociales.


Tematicas 
El tema central del XIII Simposio será: “Gestión pública, participación social e integración: ejes para el desarrollo latinoamericano”.
Podrán presentarse trabajos en las siguientes temáticas:

  • Políticas públicas y procesos de integración latinoamericanos.
  • Los movimientos sociales y el problema del poder.
  • La historicidad y actualidad del pensamiento latinoamericano
  • El socialismo latinoamericano: gestión pública y participación social desde la izquierda.
  • El humanismo latinoamericano. El desarrollo humano y las bases de su sostenibilidad en América Latina.
  • Pensamiento cubano. Ideología y cultura en la visión hegemónica del poder.
El Simposio sesionará predominantemente en forma de talleres o paneles de discusión temáticos; no obstante, se aceptan propuestas para conformar mesas y paneles temáticos, así como otras actividades, incluso en el caso de aquellos temas que no aparezcan recogidos en la presente convocatoria, siempre que se mantengan en el perfil del evento y se coordine previamente con los organizadores.
La solicitud de inscripción como ponente o participante debe ser enviada a la comisión organizadora antes del 31 de marzo de 2012, adjuntando un resumen (alrededor de una cuartilla) de la ponencia o tema sobre el que quiere intervenir, la ponencia se debe enviar hasta mayo 15 de 2012. Los participantes extranjeros que no deseen presentar ponencias, pueden inscribirse el día del inicio del Simposio, pero deben enviar su solicitud de inscripción en la fecha antes mencionada. Se confeccionará un CD-R con las ponencias seleccionadas, por lo que las mismas deben cumplir los siguientes requisitos: hasta 20 cuartillas en letra Arial 12, formato 8,5 X 11, a espacio y medio, en formato electrónico.
En el marco del XIII Simposio de Pensamiento Latinoamericano se organizará la presentación de libros, programas de postgrado de maestría y doctorado y proyectos de investigación fruto del trabajo del prestigioso colectivo del departamento de filosofía de la UCLV, que junto a filósofos, incluye politólogos, economistas, historiadores, entre otros, los que aunque organizados disciplinarmente, poseen una larga tradición de trabajo transdisciplinar  
Los idiomas oficiales del evento son el Español y el Portugués. No obstante, se aceptarán trabajos en otros idiomas siempre que se solicite el servicio de traducción.
Cuota para la inscripcion 100 CUC
Los estudiantes y acompañantes extranjeros abonarán el 50% de la misma. Esta cuota cubre el derecho a participar en las sesiones de trabajo y a recibir la constancia de participación
COMISIÓN ORGANIZADORA:

Presidente: Dr. Antonio Bermejo Santos. Decano
Vicepresidente: Dr. Edgardo Romero Fernández, Director Dpto. Filosofía
Secretario Ejecutivo: Dr. Boris Santana Cabrera, Subdirector Dpto. Filosofía
Otros miembros:
Dr. Miguel Rojas Gómez
Dr. Israel López Pino
Dr. Jaime García Ruiz
Lic. Geidy Morfa
Lic. Leticia Toledo
Lic. Yuri Cuellar Raya
Lic. Yanise Carreras Puebla
Lic. Lena Esther Hernández


PARA MAYOR INFORMACIÓN COMUNICARSE CON:

Lic. Yuri Cuellar Raya.

Teléfonos: 53(42) 281519 (Dpto. Filosofía) 
53(42) 211905  (Fac. C. Sociales)
E-mail: yuricr@uclv.edu.cu Http://www.filosofia.cu


jueves, 29 de diciembre de 2011

La necesidad de superar el eurocentrismo. Una mirada desde la Filosofía Latinoamericana. Johan Méndez


La necesidad de superar el eurocentrismo. Una mirada desde la Filosofía Latinoamericana.

Johan Méndez Reyes





Seguir justificando el eurocentrismo, a luz del siglo XXI,  es un planteamiento que no es ajeno a posturas ideológicas conservadoras que siguen considerando a América Latina como una simple prolongación de Europa y a está, como la única fuente posible de generación de pensamiento. Han transcurrido más de 5 siglos de la conquista y la colonización y en el contexto de la celebración del bicentenario de la independencia política de los países latinoamericanos que se libraron del yugo del colonialismo español, hay que señalar que América Latina se encuentra aún en la incómoda situación de tener que luchar por el reconocimiento pleno y real, sin reservas de ningún tipo, de su producción cultural e intelectual en tanto justo que expresión creativa de su propia y genuina vitalidad.
La resistencia contra el  reconocimiento de la autonomía cultural de América Latina es muy evidente; una resistencia que se expresa en formas muy variadas, pero que tiene sus bases en el planteamiento eurocéntrico propuesto por Hegel quien se atrevió a formular con palabras inequívocas al negarle al (supuesto) Nuevo Mundo toda vida espiritual propia y apostillar que América debe desaparecer del terreno en que se ha jugado hasta ahora la historia universal, pues todo lo que ha ocurrido en ella no es más que la expresión de un espíritu ajeno, el espíritu europeo; y que, por tanto, América es simplemente un eco de la voz de Europa. Este planteamiento de Hegel sigue teniendo clara influencia en la intelectualidad contemporánea defensores del eurocentrismo y no les permite aún reconocer la importancia de las expresiones culturales latinoamericanas, imposibilitando un verdadero diálogo intercultural, en igualdad de condiciones, sin que una cultura sea la opresora, colona o dominadora.
Pero lo que es más preocupante aún, es que actualmente en el campo de la filosofía, siga existiendo una gran y fuerte resistencia proveniente desde quienes justifican que la única fuente de pensamiento valida, universal y verdadera es la que proviene de Europa, unido tradicionalmente a la fuerza de desarrollo del espíritu europeo; unido además de forma tan esencial al espíritu europeo que desde hace siglos se han impuesto como evidencias tanto la idea del origen europeo de la filosofía como la opinión de que la filosofía es un fruto que pertenece con exclusividad a la tradición cultural de Europa; además de considerar a Europa como el centro de toda civilización y cuyos aportes originales tienen que ser asumido  por medio de la fuerza, invasiones o guerras, por aquellas culturas que se resisten de manera heroica  a aceptar dicha imposición desarrollista. Se denuncia así la falsa pretensión de universalidad con que se propagan las tradiciones filosóficas occidentales y se las valoran como lo que de hecho son: tradiciones de un pensamiento regional, contextual, afincado en experiencias humanas concretas
Los problemas del eurocentrismo no residen sólo en las distorsiones en la comprensión de los otros. Está simétricamente implicada igualmente la distorsión en la autocomprensión europea, al concebirse como centro, como sujeto único de la historia de la modernidad.
La cuestión estaría en que los que defiende el eurocentrismo se creen portadores de la verdad y convierten a las grandes figuras de la filosofía europea en paradigmas con pretensiones de validez universal. Olvidan la emergencia de nuevos paradigmas teóricos que, lejos de ser dogmas, han enraizado en la voluntad de millones de seres humanos que hoy se organizan en movimientos sociales capaces de darle una oportunidad a la vida y que día a día nos recuerdan que otro mundo no solo es posible, sino también urgente y necesario.
El eurocentrismo suele reducirse a la discusión de una colección de tesis dogmáticas fijas que, una vez encontradas, sólo haya que aprenderse de memoria. El proceso mismo del conocer, por sí no tiene sentido sin un compromiso absoluto con la verdad y hacia la superación definitiva de la sociedad capitalista. Insistamos si es preciso. De nada sirve filosofar si se pretende encontrar una verdad absoluta, un punto en que ya no permita avanzar, un punto que frene las aspiraciones de los pueblos. De nada sirven esta forma de hacer filosofía que nos hacen cruzar los brazos para contemplar la verdad absoluta
Los eurocentristas, están aun atrapados por la filosofía europea, la veneran y acuden a sus templos. No son capaces de plantearse una filosofía útil contra todo criterio egoísta, individualista e improductivo. Ante esta situación la filosofía latinoamericana se convierte en una filosofía productiva, práctica que contribuya a forjar la moral y la política contra toda forma de grilletes, coloniaje, dominio y que sirva para inspirar a la humanidad los valores de la libertad, la igualdad y la solidaridad a toda costa. Una Filosofía comprometida con los sueños de los pobres. Una Filosofía para transformar al mundo salvándolo del capitalismo. Ahí está la importancia y la utilidad de la Filosofía para no callar, para no ser indiferente o conformarse con este mundo. Una Filosofía crítica plena de valores de justicia, libertad, igualdad, dignidad humana, empeñada en esclarecer y reivindicar la fuerza organizada de los sujetos históricos-concretos.  
La filosofía latinoamericana, al entenderse en el sentido de filosofía contextual, reivindica que América Latina ha tomado plena conciencia de su autonomía cultural en el campo filosófico y cuestiona con ello el eurocentrismo de manera radical en uno de sus últimos reductos. La crítica al eurocentrismo no es, en el fondo, para la filosofía latinoamericana una preocupación primordial sino que es más bien la consecuencia lógica que se desprende de sus planteamientos metodológicos y sistemáticos.
Filosofar es muy importante pero más importante es filosofar correctamente. No creamos que el mundo cambiará sólo porque nos guste filosofar, (producir filosofía), hace falta más que eso, hace falta que ese filosofar tenga base y búsqueda de la verdad, que ese filosofar incluya ideas movilizadoras, que no nos detenga y que si, a cambio, nos de fuerzas para pensar, con otros, qué medios y modos nos hacen falta para organizarnos y superar lo que nos oprime, aliena, explota y amarga la existencia
Es por ello, que hacer Filosofía Latinoamericana debe girar bajo el reto de resaltar cómo el sujeto latinoamericano ha ido definiéndose así mismo y construyendo su propio destino, y, por otra, contribuir a la afirmación, siempre abierta de la posibilidad del ejercicio pleno y auténtico de dicha subjetividad. Por consiguiente, es necesario un tránsito por los caminos de la historia de las ideas filosóficas de América Latina para poder problematizar nuestra realidad a fin de encontrar los cambios que nos han de llevar a consolidar nuestra liberación política, económica, cultural e incluso epistemológica. 
En este sentido, hacer Filosofía Latinoamericana es ocuparse de nuestra identidad en sus diversas y conflictivas formulaciones históricas, y de nuestras raíces culturales; de las nuevas y viejas formas de emergencia de sujetos que no siempre consigue articular sus voces como discurso; de los problemas sociales y políticos específicos de nuestros pueblos; de sus símbolos, mitos, ritos, sueños y realizaciones colectivas; de la peculiaridad de las ideas políticas, económicas, pedagógicas, morales, etc., producidas en nuestro contexto.
La  Filosofía  Latinoamericana – como dice Alberdi -, ha de salir de nuestras necesidades, pues según estas necesidades, ¿cuáles son los problemas que la América está llamada a establecer y resolver en estos momentos? Son los de libertad, de los derechos y goces sociales de que el hombre puede disfrutar en el más alto grado en el orden social  y político, son los de la organización pública más adecuada a las exigencias de la naturaleza perfectible del hombre, en el suelo americano1
Hacer filosofía latinoamericana es ocuparse de las modalidades particulares en el que ha sido recibido y reformado el pensamiento europeo en estos espacios; de los programas de integración regional y continental; de las formas aún no historiadas de resistencia y de lucha frente a prácticas y discursos hegemónicos; de los proyectos sociales y políticos de las elites, de las utopías cumplidas e incumplidas en nuestro devenir histórico. Es desde luego, afrontar esta vasta problemática con vocación liberadora, desde una actitud crítica y autocrítica, provisto de herramientas metodológicas y teóricas de probada fecundidad para la producción de conocimiento nuevo, con una franca apertura hacia los aportes precedentes de la filosofía surgida en otros partes del mundo.
Los seguidores de la filosofía en América Latina tienen el deber de reunirse, discutir sus ideas formuladas y reformuladas, transmitidas y dar a conocer también las de otros que no piensan de manera idéntica, para formar nuevas generaciones con suficiente pensamiento crítico, y sobre todo, deben ser los enjuiciadores críticos de la realidad y no sólo de las teorías. Los formuladores de mejores propuestas de organización social y ecológica, deben ser dignos continuadores de la labor humanista de los pensadores latinoamericanos más auténticos.
El sujeto filosofante debe afirmar la necesidad de arraigo con la realidad latinoamericana, se debe oponer a la simple actividad importadora, simuladora, imitadora, comentadora de textos sin referencia ninguna a nuestro contexto latinoamericano. Es cierto que la filosofía desde América se nutre de la  tradición universal pero también de realidades propias, desde una filosofía de la historia de las ideas latinoamericana, de la idiosincrasia  latinoamericana. Por ello, el propio problema de la identidad y la subjetividad  de la filosofía latinoamericana serían parte de los tantos temas particulares del pensamiento de lo latinoamericano. 
La Filosofía Latinoamericana, según la entendemos – y compartimos con el filósofo Arturo Roig-  es un preguntarnos por los modos de objetivación mediante los cuales los pueblos de nuestra América han organizado y realizado su vida social, así como su cultura material y simbólica. Por otra parte, la Filosofía Latinoamericana pretende ser, además y fundamentalmente, un saber crítico de los mismos que se entiende heredero de las formas constantes y diversas  de criticidad tal como se han ido dando desde nuestros antepasados.
De ahí la importancia central que tiene la figura del sujeto, que es considerado a la vez como práxis, como teoría y como historia; frente a un mundo que es dominado por los grandes imperios que con su alta tecnología logran derrumbar identidades, y de esta manera oprimir al resto de la población mundial que parecieran caer a sus pies, hemos de reflexionar y responder a su desafío mediante un acto de afirmación de nosotros mismos, que haga de apoyo de nuestra palabra y que sea, a su vez, afirmación crítica.
Por consiguiente, el sujeto latinoamericano –siguiendo a Arturo Andrés Roig-  debe ser capaz de formular un proyecto identitario, con una abierta actitud dialéctica, sin añoranzas ingenuas de una identidad perdida, sin la mitificación de la tierra y sin el regreso al pasado como lugar de refugio. Sin perder la perspectiva utópica, que es una ventana hacia modos posibles y deseables de convivencia humana2 
            En este sentido, se hace necesario partir del saber  del otro para establecer nuevos saberes, con el deseo de asegurar un discurso con un respaldo comunitario en vistas de la dignidad humana. Y sobre todo un discurso que tenga como punto de partida el rescate de esos símbolos que por su fecundidad son reformulables.
            De esta manera, se trata de ir a la inmensa  riqueza de los infinitos universos discursivos del quechua, del aymará, del castellano, del mapudungu, del inglés caribeño, del azteca, del portugués, del barí, del wayu, y tantos otros, con todos sus discursos, verbales o escrito, y todo ello con un espíritu nuevo.
La filosofía latinoamericana contribuye a la crítica del eurocentrismo justo en la medida en que, haciéndose cargo del proceso histórico de liberación que se vive en el continente, reajusta el quehacer filosófico en términos de una tarea contextual que, como tal, la enfrenta a toda pretensión eurocéntrica, ya que supone un reencuentro con lo propio, un arraigo en el “suelo” que la sostiene. De modo que se puede afirmar que la significación de la filosofía latinoamericana contextual como aporte a la superación del eurocentrismo radica en el hecho de representar un esfuerzo sistemático por lograr que la reflexión filosófica eche sus raíces tanto en la realidad histórica como en la tradición cultural de América Latina.
Desde esta perspectiva el intento de reubicar el quehacer filosófico en la circunstancia latinoamericana y relanzar la tarea de la filosofía desde la ocupación con la historia latinoamericana, se puede entender como un rompimiento con la tradición filosófica, tanto en cuanto ésta se confunda exclusivamente con la tradición europea dominante. En este sentido, esta ruptura con la tradición del pensamiento filosófico que se ha tenido como modelo paradigmático durante siglos anuncia, vista en positivo, el final del colonialismo europeo en el campo de la filosofía.
Para Fornet Betancourt, con la expresión filosofía latinoamericana nos estamos refiriendo a aquella filosofía contextual que ya no habla (¡y además con conceptos prestados!) simplemente sobre América Latina, sino que se preocupa por articular un discurso que sea capaz de expresar la diferencia cultural latinoamericana con autenticidad y que por esta razón asume el contexto y la cultura de América Latina como el horizonte de comprensión desde el que debe configurar su reflexión. De ahí que esta forma de filosofía latinoamericana, es decir, su nuevo planteamiento del quehacer filosófico, sea, sin duda alguna, un aporte decisivo a la “contextualización” y “culturalización” de la filosofía en América Latina. Lo que significa, como hemos venido insistiendo, una manera positiva de superar las trampas del eurocentrismo
La crítica al eurocentrismo, vista en positivo, busca la liberación de la voz del otro sometido o subsumido porque sin esa liberación no hay ni comunicación ni diálogo. En síntesis es, el sentido verdadero de la crítica de la filosofía latinoamericana al eurocentrismo.
Hay que señalar, a diferencia como lo piensan otros, que el eurocentrismo, por su génesis y función, es también una ideología política; es parte de un proyecto político imperial que se ha globalizado con el nombre de sistema capitalista mundial. Es más, la expansión del capitalismo necesita y supone la expansión del eurocentrismo como la ideología que sanciona como “universales” los “valores”, los estilos de vida, los “modelos” a imitar, etc. del capitalismo, a pesar que su defensores lo nieguen, es una praxis constante.
Es la ideología eurocéntrica - como lo ha demostrado Samir Amin-  la que a fin de cuenta crea el espejismo de que desarrollarse en sentido capitalista y    “ser” como se es en la lógica capitalista son una necesidad vital para todos los pueblos
Estamos convencidos, siguiendo la tradición del pensamiento crítico latinoamericano, que dar cuenta de esta unión estrecha entre capitalismo y eurocentrismo supone a su vez que una crítica al eurocentrismo también tiene que afrontar la cuestión de filosofía de la historia que subyace a la dinámica del desarrollo capitalista. Se trataría de mostrar, en concreto, que en dicho proyecto, justo por la alianza con la ideología del eurocentrismo, la historia de la humanidad se ve neutralizada en su diversidad porque se la somete a un único fin, el desarrollo capitalista, y se presenta además a éste como la única fuente posible de sentido.
La crítica del eurocentrismo –siguiendo en este aspecto a Fornet Betancourt- tendría que prolongarse así en la elaboración de una filosofía de la historia que parta del derecho de cada cultura a interpretar la historia; y ello como parte del derecho a la intervención real en el curso del mundo. Esto llevaría, finalmente, a la concretización de la crítica al eurocentrismo en una reconfiguración intercultural de los tratados y de las relaciones políticas internacionales.
El eurocentrismo en si mismo niega toda la producción filosófica realizada en nuestra América. Una filosofía que no estudia su realidad, contexto, problemas y su cultura, no sólo es inútil sino absurda.  Los necesidad de superar el eurocentrismo es una exigencia, tarea y compromiso moral para todo aquel que aspira salir del estado de opresión, de coloniaje y asuma como verdaderos desafíos y perspectivas de la filosofía, la transformación de la realidad nuestroamericana, y lo que es más importante,  la liberación política, ideológica, social, cultural y económica de nuestros pueblos. Es la única exigencia y tarea que tienen los filósofos que viven en estos espacios culturales.   




1 ALBERDÍ, Juan B. “Ideas para un curso de filosofía contemporánea”. Ideas en torno a Latinoamérica, UNAM, México,1986 p. 30

2  ROIG, A. Globalización y Filosofía Latinoamericana , editorial Nordan-Comunidad, Montevideo, 2000, Pag, 48