jueves, 29 de diciembre de 2011

La necesidad de superar el eurocentrismo. Una mirada desde la Filosofía Latinoamericana. Johan Méndez


La necesidad de superar el eurocentrismo. Una mirada desde la Filosofía Latinoamericana.

Johan Méndez Reyes





Seguir justificando el eurocentrismo, a luz del siglo XXI,  es un planteamiento que no es ajeno a posturas ideológicas conservadoras que siguen considerando a América Latina como una simple prolongación de Europa y a está, como la única fuente posible de generación de pensamiento. Han transcurrido más de 5 siglos de la conquista y la colonización y en el contexto de la celebración del bicentenario de la independencia política de los países latinoamericanos que se libraron del yugo del colonialismo español, hay que señalar que América Latina se encuentra aún en la incómoda situación de tener que luchar por el reconocimiento pleno y real, sin reservas de ningún tipo, de su producción cultural e intelectual en tanto justo que expresión creativa de su propia y genuina vitalidad.
La resistencia contra el  reconocimiento de la autonomía cultural de América Latina es muy evidente; una resistencia que se expresa en formas muy variadas, pero que tiene sus bases en el planteamiento eurocéntrico propuesto por Hegel quien se atrevió a formular con palabras inequívocas al negarle al (supuesto) Nuevo Mundo toda vida espiritual propia y apostillar que América debe desaparecer del terreno en que se ha jugado hasta ahora la historia universal, pues todo lo que ha ocurrido en ella no es más que la expresión de un espíritu ajeno, el espíritu europeo; y que, por tanto, América es simplemente un eco de la voz de Europa. Este planteamiento de Hegel sigue teniendo clara influencia en la intelectualidad contemporánea defensores del eurocentrismo y no les permite aún reconocer la importancia de las expresiones culturales latinoamericanas, imposibilitando un verdadero diálogo intercultural, en igualdad de condiciones, sin que una cultura sea la opresora, colona o dominadora.
Pero lo que es más preocupante aún, es que actualmente en el campo de la filosofía, siga existiendo una gran y fuerte resistencia proveniente desde quienes justifican que la única fuente de pensamiento valida, universal y verdadera es la que proviene de Europa, unido tradicionalmente a la fuerza de desarrollo del espíritu europeo; unido además de forma tan esencial al espíritu europeo que desde hace siglos se han impuesto como evidencias tanto la idea del origen europeo de la filosofía como la opinión de que la filosofía es un fruto que pertenece con exclusividad a la tradición cultural de Europa; además de considerar a Europa como el centro de toda civilización y cuyos aportes originales tienen que ser asumido  por medio de la fuerza, invasiones o guerras, por aquellas culturas que se resisten de manera heroica  a aceptar dicha imposición desarrollista. Se denuncia así la falsa pretensión de universalidad con que se propagan las tradiciones filosóficas occidentales y se las valoran como lo que de hecho son: tradiciones de un pensamiento regional, contextual, afincado en experiencias humanas concretas
Los problemas del eurocentrismo no residen sólo en las distorsiones en la comprensión de los otros. Está simétricamente implicada igualmente la distorsión en la autocomprensión europea, al concebirse como centro, como sujeto único de la historia de la modernidad.
La cuestión estaría en que los que defiende el eurocentrismo se creen portadores de la verdad y convierten a las grandes figuras de la filosofía europea en paradigmas con pretensiones de validez universal. Olvidan la emergencia de nuevos paradigmas teóricos que, lejos de ser dogmas, han enraizado en la voluntad de millones de seres humanos que hoy se organizan en movimientos sociales capaces de darle una oportunidad a la vida y que día a día nos recuerdan que otro mundo no solo es posible, sino también urgente y necesario.
El eurocentrismo suele reducirse a la discusión de una colección de tesis dogmáticas fijas que, una vez encontradas, sólo haya que aprenderse de memoria. El proceso mismo del conocer, por sí no tiene sentido sin un compromiso absoluto con la verdad y hacia la superación definitiva de la sociedad capitalista. Insistamos si es preciso. De nada sirve filosofar si se pretende encontrar una verdad absoluta, un punto en que ya no permita avanzar, un punto que frene las aspiraciones de los pueblos. De nada sirven esta forma de hacer filosofía que nos hacen cruzar los brazos para contemplar la verdad absoluta
Los eurocentristas, están aun atrapados por la filosofía europea, la veneran y acuden a sus templos. No son capaces de plantearse una filosofía útil contra todo criterio egoísta, individualista e improductivo. Ante esta situación la filosofía latinoamericana se convierte en una filosofía productiva, práctica que contribuya a forjar la moral y la política contra toda forma de grilletes, coloniaje, dominio y que sirva para inspirar a la humanidad los valores de la libertad, la igualdad y la solidaridad a toda costa. Una Filosofía comprometida con los sueños de los pobres. Una Filosofía para transformar al mundo salvándolo del capitalismo. Ahí está la importancia y la utilidad de la Filosofía para no callar, para no ser indiferente o conformarse con este mundo. Una Filosofía crítica plena de valores de justicia, libertad, igualdad, dignidad humana, empeñada en esclarecer y reivindicar la fuerza organizada de los sujetos históricos-concretos.  
La filosofía latinoamericana, al entenderse en el sentido de filosofía contextual, reivindica que América Latina ha tomado plena conciencia de su autonomía cultural en el campo filosófico y cuestiona con ello el eurocentrismo de manera radical en uno de sus últimos reductos. La crítica al eurocentrismo no es, en el fondo, para la filosofía latinoamericana una preocupación primordial sino que es más bien la consecuencia lógica que se desprende de sus planteamientos metodológicos y sistemáticos.
Filosofar es muy importante pero más importante es filosofar correctamente. No creamos que el mundo cambiará sólo porque nos guste filosofar, (producir filosofía), hace falta más que eso, hace falta que ese filosofar tenga base y búsqueda de la verdad, que ese filosofar incluya ideas movilizadoras, que no nos detenga y que si, a cambio, nos de fuerzas para pensar, con otros, qué medios y modos nos hacen falta para organizarnos y superar lo que nos oprime, aliena, explota y amarga la existencia
Es por ello, que hacer Filosofía Latinoamericana debe girar bajo el reto de resaltar cómo el sujeto latinoamericano ha ido definiéndose así mismo y construyendo su propio destino, y, por otra, contribuir a la afirmación, siempre abierta de la posibilidad del ejercicio pleno y auténtico de dicha subjetividad. Por consiguiente, es necesario un tránsito por los caminos de la historia de las ideas filosóficas de América Latina para poder problematizar nuestra realidad a fin de encontrar los cambios que nos han de llevar a consolidar nuestra liberación política, económica, cultural e incluso epistemológica. 
En este sentido, hacer Filosofía Latinoamericana es ocuparse de nuestra identidad en sus diversas y conflictivas formulaciones históricas, y de nuestras raíces culturales; de las nuevas y viejas formas de emergencia de sujetos que no siempre consigue articular sus voces como discurso; de los problemas sociales y políticos específicos de nuestros pueblos; de sus símbolos, mitos, ritos, sueños y realizaciones colectivas; de la peculiaridad de las ideas políticas, económicas, pedagógicas, morales, etc., producidas en nuestro contexto.
La  Filosofía  Latinoamericana – como dice Alberdi -, ha de salir de nuestras necesidades, pues según estas necesidades, ¿cuáles son los problemas que la América está llamada a establecer y resolver en estos momentos? Son los de libertad, de los derechos y goces sociales de que el hombre puede disfrutar en el más alto grado en el orden social  y político, son los de la organización pública más adecuada a las exigencias de la naturaleza perfectible del hombre, en el suelo americano1
Hacer filosofía latinoamericana es ocuparse de las modalidades particulares en el que ha sido recibido y reformado el pensamiento europeo en estos espacios; de los programas de integración regional y continental; de las formas aún no historiadas de resistencia y de lucha frente a prácticas y discursos hegemónicos; de los proyectos sociales y políticos de las elites, de las utopías cumplidas e incumplidas en nuestro devenir histórico. Es desde luego, afrontar esta vasta problemática con vocación liberadora, desde una actitud crítica y autocrítica, provisto de herramientas metodológicas y teóricas de probada fecundidad para la producción de conocimiento nuevo, con una franca apertura hacia los aportes precedentes de la filosofía surgida en otros partes del mundo.
Los seguidores de la filosofía en América Latina tienen el deber de reunirse, discutir sus ideas formuladas y reformuladas, transmitidas y dar a conocer también las de otros que no piensan de manera idéntica, para formar nuevas generaciones con suficiente pensamiento crítico, y sobre todo, deben ser los enjuiciadores críticos de la realidad y no sólo de las teorías. Los formuladores de mejores propuestas de organización social y ecológica, deben ser dignos continuadores de la labor humanista de los pensadores latinoamericanos más auténticos.
El sujeto filosofante debe afirmar la necesidad de arraigo con la realidad latinoamericana, se debe oponer a la simple actividad importadora, simuladora, imitadora, comentadora de textos sin referencia ninguna a nuestro contexto latinoamericano. Es cierto que la filosofía desde América se nutre de la  tradición universal pero también de realidades propias, desde una filosofía de la historia de las ideas latinoamericana, de la idiosincrasia  latinoamericana. Por ello, el propio problema de la identidad y la subjetividad  de la filosofía latinoamericana serían parte de los tantos temas particulares del pensamiento de lo latinoamericano. 
La Filosofía Latinoamericana, según la entendemos – y compartimos con el filósofo Arturo Roig-  es un preguntarnos por los modos de objetivación mediante los cuales los pueblos de nuestra América han organizado y realizado su vida social, así como su cultura material y simbólica. Por otra parte, la Filosofía Latinoamericana pretende ser, además y fundamentalmente, un saber crítico de los mismos que se entiende heredero de las formas constantes y diversas  de criticidad tal como se han ido dando desde nuestros antepasados.
De ahí la importancia central que tiene la figura del sujeto, que es considerado a la vez como práxis, como teoría y como historia; frente a un mundo que es dominado por los grandes imperios que con su alta tecnología logran derrumbar identidades, y de esta manera oprimir al resto de la población mundial que parecieran caer a sus pies, hemos de reflexionar y responder a su desafío mediante un acto de afirmación de nosotros mismos, que haga de apoyo de nuestra palabra y que sea, a su vez, afirmación crítica.
Por consiguiente, el sujeto latinoamericano –siguiendo a Arturo Andrés Roig-  debe ser capaz de formular un proyecto identitario, con una abierta actitud dialéctica, sin añoranzas ingenuas de una identidad perdida, sin la mitificación de la tierra y sin el regreso al pasado como lugar de refugio. Sin perder la perspectiva utópica, que es una ventana hacia modos posibles y deseables de convivencia humana2 
            En este sentido, se hace necesario partir del saber  del otro para establecer nuevos saberes, con el deseo de asegurar un discurso con un respaldo comunitario en vistas de la dignidad humana. Y sobre todo un discurso que tenga como punto de partida el rescate de esos símbolos que por su fecundidad son reformulables.
            De esta manera, se trata de ir a la inmensa  riqueza de los infinitos universos discursivos del quechua, del aymará, del castellano, del mapudungu, del inglés caribeño, del azteca, del portugués, del barí, del wayu, y tantos otros, con todos sus discursos, verbales o escrito, y todo ello con un espíritu nuevo.
La filosofía latinoamericana contribuye a la crítica del eurocentrismo justo en la medida en que, haciéndose cargo del proceso histórico de liberación que se vive en el continente, reajusta el quehacer filosófico en términos de una tarea contextual que, como tal, la enfrenta a toda pretensión eurocéntrica, ya que supone un reencuentro con lo propio, un arraigo en el “suelo” que la sostiene. De modo que se puede afirmar que la significación de la filosofía latinoamericana contextual como aporte a la superación del eurocentrismo radica en el hecho de representar un esfuerzo sistemático por lograr que la reflexión filosófica eche sus raíces tanto en la realidad histórica como en la tradición cultural de América Latina.
Desde esta perspectiva el intento de reubicar el quehacer filosófico en la circunstancia latinoamericana y relanzar la tarea de la filosofía desde la ocupación con la historia latinoamericana, se puede entender como un rompimiento con la tradición filosófica, tanto en cuanto ésta se confunda exclusivamente con la tradición europea dominante. En este sentido, esta ruptura con la tradición del pensamiento filosófico que se ha tenido como modelo paradigmático durante siglos anuncia, vista en positivo, el final del colonialismo europeo en el campo de la filosofía.
Para Fornet Betancourt, con la expresión filosofía latinoamericana nos estamos refiriendo a aquella filosofía contextual que ya no habla (¡y además con conceptos prestados!) simplemente sobre América Latina, sino que se preocupa por articular un discurso que sea capaz de expresar la diferencia cultural latinoamericana con autenticidad y que por esta razón asume el contexto y la cultura de América Latina como el horizonte de comprensión desde el que debe configurar su reflexión. De ahí que esta forma de filosofía latinoamericana, es decir, su nuevo planteamiento del quehacer filosófico, sea, sin duda alguna, un aporte decisivo a la “contextualización” y “culturalización” de la filosofía en América Latina. Lo que significa, como hemos venido insistiendo, una manera positiva de superar las trampas del eurocentrismo
La crítica al eurocentrismo, vista en positivo, busca la liberación de la voz del otro sometido o subsumido porque sin esa liberación no hay ni comunicación ni diálogo. En síntesis es, el sentido verdadero de la crítica de la filosofía latinoamericana al eurocentrismo.
Hay que señalar, a diferencia como lo piensan otros, que el eurocentrismo, por su génesis y función, es también una ideología política; es parte de un proyecto político imperial que se ha globalizado con el nombre de sistema capitalista mundial. Es más, la expansión del capitalismo necesita y supone la expansión del eurocentrismo como la ideología que sanciona como “universales” los “valores”, los estilos de vida, los “modelos” a imitar, etc. del capitalismo, a pesar que su defensores lo nieguen, es una praxis constante.
Es la ideología eurocéntrica - como lo ha demostrado Samir Amin-  la que a fin de cuenta crea el espejismo de que desarrollarse en sentido capitalista y    “ser” como se es en la lógica capitalista son una necesidad vital para todos los pueblos
Estamos convencidos, siguiendo la tradición del pensamiento crítico latinoamericano, que dar cuenta de esta unión estrecha entre capitalismo y eurocentrismo supone a su vez que una crítica al eurocentrismo también tiene que afrontar la cuestión de filosofía de la historia que subyace a la dinámica del desarrollo capitalista. Se trataría de mostrar, en concreto, que en dicho proyecto, justo por la alianza con la ideología del eurocentrismo, la historia de la humanidad se ve neutralizada en su diversidad porque se la somete a un único fin, el desarrollo capitalista, y se presenta además a éste como la única fuente posible de sentido.
La crítica del eurocentrismo –siguiendo en este aspecto a Fornet Betancourt- tendría que prolongarse así en la elaboración de una filosofía de la historia que parta del derecho de cada cultura a interpretar la historia; y ello como parte del derecho a la intervención real en el curso del mundo. Esto llevaría, finalmente, a la concretización de la crítica al eurocentrismo en una reconfiguración intercultural de los tratados y de las relaciones políticas internacionales.
El eurocentrismo en si mismo niega toda la producción filosófica realizada en nuestra América. Una filosofía que no estudia su realidad, contexto, problemas y su cultura, no sólo es inútil sino absurda.  Los necesidad de superar el eurocentrismo es una exigencia, tarea y compromiso moral para todo aquel que aspira salir del estado de opresión, de coloniaje y asuma como verdaderos desafíos y perspectivas de la filosofía, la transformación de la realidad nuestroamericana, y lo que es más importante,  la liberación política, ideológica, social, cultural y económica de nuestros pueblos. Es la única exigencia y tarea que tienen los filósofos que viven en estos espacios culturales.   




1 ALBERDÍ, Juan B. “Ideas para un curso de filosofía contemporánea”. Ideas en torno a Latinoamérica, UNAM, México,1986 p. 30

2  ROIG, A. Globalización y Filosofía Latinoamericana , editorial Nordan-Comunidad, Montevideo, 2000, Pag, 48

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